lunes, 21 de julio de 2014

VIDA DE PERRO





                                                             V  I  D  A     D  E     P  E  R  R  O


              Soy de los perros de la ciudad que pertenecen al grupo de los perros educados.  Son perros acostumbrados a  vivir en su casa pero también a salir por lo menos una vez al día a la calle (en mi caso una o dos veces diarias).  Mi dueño, una persona de los humanos llaman "clase media", que vive en una urbanización, trabaja en una oficina, tiene un automóvil para el uso suyo y de su familia (yo me cuento en ella), toma vacaciones una vez al año y trata de pasarla en una región diferente del país y, cuando no hay mucho dinero disponible, las vacaciones las pasa en una playa cercana a la capital.
            Mi dueño me saca a pasear por las veredas de la urbanización donde vivimos en las mañanas cuando no está trabajando o en las noches cuando regresa del trabajo.   Entonces lo hace después de la cena, por lo tanto, le sirve de ejercicio para "bajar la comida", como él dice, golpeándose la panza la mano derecha.  No entiendo que puede significar eso aunque creo que es una manera de decir que se encuentra satisfecho de la vida que lleva.
            Cuando paseamos por las veredas yo trato  de buscar con mi trompa algún alimento en la grama.  Me acostumbré a morder y comer una  planta mínima que  crece entre la grama y me resulta deliciosa.  En ocasiones encuentro una zona con abundante provisión de esta planta y me  dedico a disfrutar de este banquete inesperado --y es inesperado porque las podadoras que recortan la grama una vez a la semana, tiendan a destruirlas cuando pasan por encima de ellas--.  Por eso me disgusta cuando mi amo tira constantemente de la cadena que está incrustada en la argolla de la correa que tengo debajo de mi cuello pero yo me resisto a abandonar tan preciada comida.  Él insiste y yo me resisto, hasta que se da cuenta que no me sacará del lugar hasta que me haya saciado.  Entonces desiste, se somete a mi voluntad pues comprende que será inútil y recuerda que un perro cuando come, igual que cuando está "emperrado" (palabra fea y chocante que describe para los humanos el momento que dedicamos al amor, a la época del celo) y no debe ser molestado pues el perro se pone furioso y al olvidarse de su sometimiento al amo y vuelve a su estado primitivo y muerde a quien lo aco sa.  Por eso me deja hacer hasta que yo termino mi banquete y regreso a mi estado de sometimiento.  Él lo sabe cuando me ve regresar, retozón, a su lado, se sonríe y continuamos el paseo.
            Por lo general me lleva a un cercado, una especie de parquecito cerrado con arbustos, yerba y árboles grandes, donde me deja libre  de la cadena  y entonces yo salto, me revuelco en la yerba, salto, retozo entre los arbustos y corro de un lugar a otro.  Al principio no entendía el por qué me llevaba a este lugar.  Como nos hallábamos  a mitad del paseo él calculaba que ya yo deseaba cagar y luego regresar a la casa a descansar.  Pero un día en que estábamos en el parquecito pero seguía retozando y no me decidía a cagar (no conozco otra palabra para describir esta necesidad), mi amo, obstinado o cansado y con ganas de regresar a casa, se puso a  llamarme, a hacer morisquetas, a ponerse en cuatro patas y luego a moverse engrinchando el cuerpo y moviendo las nalgas como hago yo cuando quiero cagar... y entonces comprendí lo que quería decirme.  Entendí que él me llevaba al parquecito para que yo cagara, no para que corriera y disfrutara de libertad.  O para ambas cosas, comprendo ahora.  Claro, mi amo entendió que yo era un perro inteligente y por eso los gestos y las pantomimas.  De allí en adelante, cada vez que entrábamos al  parquecito yo trato de complacerlo lo más pronto posible.  Pero a veces no me provoca por más que lo intento.  Mi amo se desespera y como último recurso, comienza a hacer las pantomimas del primer día.  Yo me desespero también porque quiero complacerlo y no puedo.  En una oportunidad estuve en esta situación crítica y mi amo se retiró con rabia del parquecito sin ponerme la cadena.  Yo, comprensivo, lo seguí viendo que hablaba conmigo y me decía cosas que yo no entendía.  Sabía que estaba disgustado por sus ademanes de rabia.  Al llegar a la casa fue cuando se percató que no me había colocado la cadena.  Se le pasó la rabia  cuando se percató de mi obediencia. También, digo yo, fue afortunado que no me encontrara con otro perro en el camino, pues ¡cómo me gusta a mi pelear con otro perro y obligarlo, con mis mordiscos, a que me obedezca!!
            A veces no es mi amo quien me saca a pasear sino otra persona.  En especial me gusta el paseo de la mañana, alrededor de las diez, pues  odio entonces el encierro en la casa.  Por lo general es un familiar de mi amo.  Si es la primera vez que lo hace, mi amo le dice, entre otras cosas, que debe procurar que yo cague en el parquecito pues es una manera de conservar limpia a esta ciudad.   

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