PEÑAS Y COLECCIONISTAS MUSICALES
El coleccionar música es
una actividad más individual que colectiva aunque ambos esfuerzos
aportan matices y una rica información musical.
El coleccionista individual es
más común pues actúa de acuerdo a sus propias inquietudes y en ningún caso
considera que su actividad va a ser condicionada o cuestionada, acción que si
podría vislumbrarse cuando la actividad es grupal. La labor investigativa que he hecho en el
campo musical en los últimos años me ha llevado a relacionarme con unos y otros pero
indudablemente he tenido más contacto con los coleccionistas individuales.
La
mayoría de los coleccionistas musicales se han iniciado en esta actividad por
su amor a la música popular. De los que conozco pocos se iniciaron en su
juventud. Creo que el patrón
predominante es el de los que comienzan después de haber cumplido los 40 años y
entonces esta dedicación es considerada como una actividad secundaria pues se
realiza a manera de distracción. Al persistir en ella y aumentar su
dedicación, llega a convertirse en una actividad primaria cuando, pasados los
60 años, el individuo está jubilado o pensionado. Conozco a muchos en la región capital que
aunque trabajan en una oficina cualquiera,
dirigen sus energías e intereses a indagar sobre artistas o grupos
orquestales nacionales o extranjeros adquiriendo discos –muchos de ellos “rara
avis” que poco circulan en el mercado--
para completar o enriquecer su
discoteca particular. También
entre ellos es frecuente el trueque de discos e información con otros
coleccionistas y lo que es más común, para no arriesgar la pérdida del disco original, graban su
contenido en un cassette y éste lo utilizan en el trueque. Pero como obedecen a intereses muy particulares
pocos en este arte, pocos optan por reunirse en una asociación con este
propósito.
No
obstante, algunos prefieren mantener
relaciones más o menos frecuentes con otros coleccionistas con la intención de
intercambiar información. Un grupo con
estas características se reúne con cierta frecuencia (por lo general los
sábados al mediodía) en el establecimiento disquero “Comercial Carrillo”,
ubicado en la Avenida Urdaneta, cerca del
Distribuidor San Bernardino (Caracas).
A veces intercambian discos o cassettes grabados sobre un determinado
artista o grupo musical. Otras, algún
contertulio aporta información poco conocido sobre un determinado artista u
orquesta o sugiere comentar el acontecimiento musical del momento. La
conversación termina con frecuencia en el análisis de un determinado
artista o grupo musical y aquellos que
no poseen información (o tienen poca) sobre el mismo terminan comprometiendo al
contertulio que si la tiene para que lo provea con una cinta grabada o uno o
varios discos sobre el artista o grupo musical en cuestión. Por supuesto esto significa que el que
solicita aportará algo como trueque en la próxima reunión. Pocas veces, aunque puede darse el caso, se
produce una venta pero lo más frecuente
es que se produzca un intercambio de discos o cassettes. En ocasiones la conversación gira sobre un
acontecimiento musical de cierta relevancia del pasado y esto aflora la
nostalgia en los contertulios y la referencia
a lo que ellos hacían en esa ocasión o aparecen comentarios inéditos
relacionados con dicho suceso. Es
frecuente que estas personas posean discografías completas sobre un determinado
cantante u orquesta. También hay
artistas que gozan de la preferencia de la mayoría de este grupo de
coleccionistas: ellos son, entre otros, Billo Frómeta o Alfredo Sadel. Sin embargo, lo más importante, en mi
opinión, de este grupo informal de coleccionistas (no actúan como una
organización formal con reglas y condiciones, sólo los une el ser
coleccionistas de música) es que mantienen una relación más o menos constante,
aunque vivan en sitios diversos de la
geografía regional, que enriquece sus vidas y sus nexos de amistad.
Algunos
coleccionistas musicales poseen discotecas extremadamente surtidas y variadas
que tienen un valor incalculable en dinero.
Conocí en Barquisimeto al Dr. Mario Batista, un profesor universitario
jubilado que posee una discoteca de estas dimensiones. Está tan bien surtida que ésta nutre un
programa semanal que este coleccionista
mantiene en Radio Barquisimeto, los sábados, de una hora de duración donde
comenta lo memorable de la música y se oyen discos de artistas nacionales y
extranjeros –por lo general, del continente americano--, contesta llamadas
telefónicas sobre los mismos, refiere anécdotas poco conocidas sobre dichos
artistas o las grabaciones escuchadas.
Es tal la versatilidad de este coleccionista, --apoyado en esta
minuciosa labor por su esposa Nancy--
que cuando lo visité por primera vez
en 1997, que conociendo mi admiración por el cantante de boleros de la
Billo´s Caracas Boys, Miguel Briceño, me regaló un cassette con todos los
boleros que este cantante grabara con dicha orquesta. En esa oportunidad me hallaba en plena investigación
sobre Billo Frómeta, investigación que produjo la publicación al año
siguiente de mi libro sobre este músico quisqueyano. Intercambiamos información. Me proporcionó un listado de las grabaciones
que hiciera la Billo´s Caracas Boys, la cual fue cotejada con la información
que ya poseía y suministrada en su mayoría por coleccionista de la
capital. Mi sorpresa mayúscula se
produjo cuando en 1999 lo visité buscando información sobre la discografía de Luis Alfonzo Larrain,
conocido en Venezuela como El Mago de la Música Bailable.
Pues bien, Batista la tenía casi completa (le faltaban tres o cuatro
discos de 78 r.p.m. que aparentemente no
se consiguen en el mercado). Por
supuesto que me suministró el listado de estas grabaciones (títulos, cantantes,
autores de las composiciones y sellos disqueros) información que se incluyó en
el libro que sobre este músico estaba preparando en esos días.
En
cuanto a las asociaciones o coleccionistas
musicales agrupados son, como ya mencioné, menos frecuentes. Algunas veces aparecen ligadas a otras
actividades, también musicales, con la finalidad de proporcionarle constancia y
permanencia a la asociación. Es el caso
de las peñas tangueras, muy comunes en nuestra nación, las cuales se iniciaron
como consecuencia de la euforia musical que dejó Carlos Gardel a su paso por
Caracas en 1935. Por supuesto que
existen coleccionistas de tangos que actúan en Caracas y otras ciudades del
país, pero estas peñas sirven como factor aglutinante, como centro de reunión
de estos coleccionistas. También estas peñas –que funcionan como establecimientos
legales--, presentan espectáculos con artistas venezolanos y extranjeros que
expresan su culto a la música rioplatense.
Otra peña de que tengo noticia pero un poco diferente de la anterior,
con cierta permanencia en el tiempo, es la “Babalú Aye”, ubicada en
Barquisimeto, donde se agrupan coleccionistas dedicados a la variada música
popular de Latinoamérica. Esta peña celebró con una reunión y un baile en el
Hotel Prince de Barquisimeto los 20 años de su fundación. En esa ocasión varios coleccionistas
disertaron brevemente –exposiciones de diez minutos cada una-- sobre los diversos géneros musicales
populares. Como invitado especial se me
pidió que dijera algunas palabras y les
hablé sucintamente sobre el proceso de creación de mi libro sobre Billo Frómeta
y los problemas que existen con la edición de este tipo de libro en nuestro
país. Después de las disertaciones, se
produjo el baile que se extendió hasta
horas de la madrugada.
¡Bienvenidas,
pues, estas inquietudes individuales o grupales así como todas aquellas que
contribuyan a la divulgación de la
música!!