lunes, 28 de julio de 2014

¿ES LA VIDA PURA ILUSIÓN?



                                    ¿E S   L A   V I D A   U N A   I L U S I Ó N?


 ¿Es la vida pura ilusión?  Muchos seres humanos llegan a esta conclusión en el ocaso de sus vidas acaso como consecuencia de una desilusión o porque, a pesar de lo que ha vivido, siente que al lograr lo que ambicionaba se percata que su vida no ha cambiado o no se han producido los cambios que esperaba...  Para mi, que todavía considero no haber colmado esa etapa, pues sigo luchando por el logro de objetivos, creo que eso es verdad.  Pero el enterarme de esto es para mi es un reciente descubrimiento.
      Pero es posible que nos estemos refiriendo a dos cosas parecidas pero esencialmente diferentes. Una cosa es lo que experimenta cuando uno llega a su vejez y  otra es la desilusión que se presenta cuando uno repite una experiencia.  Me ha pasado varias veces.  Por ejemplo, suele suceder después que visito un lugar por primera vez, si el lugar me ha impresionado lo suficiente para querer regresar.  Y cuando lo hago la nueva visita no resulta tan fantástica ni halagadora como la primera vez.  Pero citemos algo concreto.  Desde joven siempre me ha atraído visitar a Europa y, especialmente a España.  Cuando finalmente visité a este país, quedé hechizado.  Fascinado recorrí La Gran Via de Madrid y, como me gustan los libros, me pasé horas recorriendo librerías y comprando libros, por supuesto.  Tomé con mi señora un tour de una semana para conocer parte del sur de España.  Luego de visitar a Córdova bajamos a Marbella y "La tierra del Sol", creo que la llaman donde, además de Marbella hay otros sitios playeros.  Lo que poco me gustó no fue esta ciudad  y las diversas playas que existen en el lugar sino el excesivo comercio que predomina en el lugar.
            Claro, las playas en sí no representaban una atracción para mi pues en parte he visitados muchas playas bellísimas en mi país, como las playas del oriente de Venezuela y en particular las de la Isla de Margarita.  Pero uno es curioso por naturaleza, por lo que desde que llegué a Madrid, en época cercana al verano, la propa- ganda sobre Marbella me atrajo.  Por supuesto que hice el viaje con una visión comparativa y, particularmente, porque soy un enamorado de los baños de mar.  Admito, sin embargo,  que Marbella, como sitio turístco es muy atractivo, claro,  con la savedad antes anotada.
            Pero volviendo al tema inicial, al regresar a Caracas, quedé tan impresionado (favorablemente, se entiende) de España que comencé a planificar otro viaje a este país.  Tres años después regresé a Madrid más o menos por la misma época (junio) y La Gran Vía siguíó impresionante con el excesivo flujo de gente por sus aceras y los establecimientos comerciales, pero no tanto como la primera vez.  En esta ocasión visité otros sitios de la ciudad como El Retiro, Casa de Campo y el Museo de Goya (volví a visitar el Museo de El Prado que nunca se termina de conocer) y la Plaza Mayor de Madrid, que ya conocía pero no había tenido la  ocasión de disfrutarla de noche.  Pese a que visité otros nuevas atracciones de la ciudad, que ponía de manifiesto el encanto que  es Madrid, esta vez no despertó la ilusión que tuve en la primera visita.  En Sevilla vimos  por primera vez un Tablao, donde se muestra la interesante manifestación del flamenco español una de las músicas y vivencias artísticas más bellas del mundo.
             El fenómeno a que he hecho referencia  también se  pone de manifiesto en otras actividades y la impresión que me produce varía considerablemente cuando la vuelvo a experimentar.  Por ejemplo, cuando leo un libro que me ha impresionado por su literatura o por su original contenido.  Si es una novela e intento releerla lo más probable es que no la llegue a terminarla.  Para evitar la desilusión, por lo general me remito a  leer partes del libro o algún capítulo que me haya seducido.  Sucede que por más que me guste una novela su atracción no llega a ser suficiente para leerla de nuevo.  En el caso de los cuentos o narraciones cortas, se produce en mi caso una excepción a esta regla pero con sólo dos autores: el argentino Julio Cortázar y el venezolano Guillermo Meneses.  En cuanto a Cortázar  la mayoría de sus cuentos son tan originales que los he leído más de una vez. En lo relativo a Meneses, su cuento La mano junto al muro, por lo complejo, originalidad y lo atractivo de su trama lo he leído varias veces con la particularidad de que siempre le descubro algo nuevo.  
             La experiencia de conocer un lugar es similar  a la de visitar por primera vez a un museo o casa histórica.  Cuando vuelves al mismo museo lo haces  por varias razones, entre ellas, que  la primera vez te faltaron salas por conocer.  Lo mismo suele  suceder con la casa histórica.  Pero uno se ilusiona con las cosas pese a que el volver a ellas  ya  no signifique lo mismo por eso a veces pienso que a eso se reduce  la vida.  Ella es atractiva cuando las nuevas experiencias son atractivas pero comienza a perder su encanto cuando se repiten los mismos hechos o las mismas circunstancias.  Una persona se apasiona con su trabajo o la actividad (como la poesía o la narrativa) a que dedica mientras ellanuev represente nuevos incentivos  o nuevos desafíos pero comienza a perder su atractivo cuando ya no hay incentivo o desafío.  Por ejemplo, el individuo que lucha en su trabajo para ascender a un nuevo nivel de autoridad y responsabilidad, lo logra y luego lucha por seguir ascendiendo.  Cuando llega al pico de la pirámide  o al nivel donde sólo puede llegar por diversas razones (entre ellas su nivel de incompetencia), ya no hay más incentivos y suele vegetar en el cargo.  El nivel de incompetencia es aquel, según el Principio de Peter, que indica que el empleado ha llegado en ese cargo al máximo nivel de responsabilidad y autoridad donde puede actuar con eficiencia para la organización.  De alli en adelante las exigencias del nuevo  cargo  son mayores de las que puede manejar eficientemente su capacidad, por lo tanto promoverlo sería negativo pues cometería errores que serían  perjudiciales tanto para el empleado como para la empresa.  Por  lo general el empleado permanece en ese cargo hasta que se retira o le llega la jubilación.  En muy raros casos renuncia pero puede hacer presión para que lo retiren.  Pero en todo caso se acaba la ilusión por la que anteriormente utilizó todos sus esfuerzos.  
            Por lo general el hombre o la mujer maduros llegan a esta conclusión: la vida es pura ilusión.  Pero es raro cuando una persona llega a suicidarse por esto.  Afortunadamente las instituciones sociales también se han desarrollado y el hombre o la mujer tienen protección social y pueden vivir económicamente tranquilos.  Pero  hay otros considerandos que también entran en juego.  Así,  una persona que no tiene hábitos que permitan su distracción como la lectura, cultivar un jardín, una actividad social, etc. casi siempre  se fastidia durante el día --la existencia en nuestra época de la televisión ha suplido con creces la falta de hábitos-- y esta circunstancia, entre otras, puede conducir al suicidio o colocar a la persona en situaciones anímicas tan dispares que puede originar un infarto. 

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