jueves, 1 de diciembre de 2016

E L P L A C E R D E L A R E L E C T U R A


                                    E L   P L A C E R   D E   L A   R E L E C T U R A

            Soy de los que les gusta releer trozos literarios.  En particular disfruto releyendo cuentos o narraciones cortas.  Por supuesto, tengo mis escritores favoritos.  Por ejemplo, me encanta mucho Julio Cortázar.  Creo que es uno de los mejores escritores de la literatura española de todos los tiempos, en todo caso, el mejor narrador  de cuentos o literatura corta.  Su literatura es si se quiere algo fantástica, muy peculiar.  Como diría Jorge  Luis Borges, la literatura de Cortázar “es un mundo poroso, en el que se entretejen los seres”.  He leído todas sus novelas pero debo confesar que en la que más me demoré fue en la lectura de Rayuela,  pues tardé cerca de dos años en ella, debido a que la pospuse en varias  ocasiones por mis ocupaciones pero también porque releí algunos de sus capítulos.  Las novelas  de este autor (exceptuando Rayuela) no me parecen  tan interesantes como sus cuentos.  Estos los he leído todos.  Pienso que algunos de ellos son magistrales.  La noche boca arriba es una narración muy original tanto en su estructura como en la trama que expone.  Lo mismo puede decirse  de Continuidad en los parques, Cuello de gatito negro o Un lugar llamado Kindberg.  En muchas ocasiones prefiere releer sus cuentos que embarcarme en la lectura de un nuevo (para mi) escritor.
         Otro de los escritores  que me ha parecido extraordinario es Guillermo Meneses.  De él poco me atraen sus novelas aun cuando admiro El falso cuaderno de Narciso Espejo.  También he repetido la  lectura de su primera novela La balandra Isabel llegó esta tarde --novela que fue llevada al cine y se convirtió en la primera película venezolana de renombre internacional.  Sin embargo, mi admiración por Meneses nació de la lectura de su cuento La mano junto al muro. Cuando este  relato apareció, si mi memoria no me falla, en 1950, al ganar el concurso de cuentos del diario “El Nacional”, revolucionó la cuentística venezolana.  Es una narración sumamente innovadora y compleja.  Es posible que para muchos su temática y estructura continúen siendo difíciles de entender.  Me fascinó este relato,  me sigue pareciendo muy original, quizás  por eso lo he leído en varias ocasiones y cada vez que lo releo le descubro algo nuevo o percibo con mayor claridad un giro idiomático o el significado de un párrafo o de una frase.  Admito, sin embargo, que este es el único relato de Meneses que me ha hechizado.
           Otro escritor que posee mis simpatías y del que preocupo leer todo lo que produce, sea traducido o no, es John Updike.  Creo que he leído casi todas sus novelas y la mayoría de sus cuentos.  De su producción literaria considero –y esto, como todo lo que he mencionado y mencionaré, es una apreciación muy personal--  que su relato largo o noveleta Off the farm, es lo mejor que ha escrito, aunque muchos opinan que la novela Corre Conejo y las secuelas que que escribió sobre el mismo tema y que le mereciera el Pulitzer y el National Book Award de su país, es lo mejor de su producción.  No dejo de admirar estas novelas, las cuales he leído  relato fue escrito con sencillez, además de sobresalir la técnica narrativa utilizada y la originalidad con que desglosa el tema escogido. Tanto fue así que cuando apareció el relato en Nueva York –si no me equivoco, a principios de la década de los sesenta—logró que este escritor, hasta ese momento poco conocido en U.S.A., se convirtiera en uno de los narradores favoritos del lector norteamericano.  He leído este relato en inglés y su traducción al español y en ambos casos me parece magistral –como es sabido, alguna literatura cuando es vertido de un idioma a otro pierde muchas veces su encanto original.  Ello no ha sucedido en  este caso. Cada vez que puedo releo Off the farm con el mismo placer de siempre.
        Existen otros  escritores cuya producción literaria también me ha impresionado, en especial sus narraciones cortas.  A veces me atraen la estructura del relato, la originalidad del tema o cualquier otra singularidad.  Admito que aprecio mucho la novelística de Rómulo Gallegos, ese gran escritor nuestro, el primero de proyección mundial y quien, no obstante, fue subestimado y hasta vilipendiado por alguno escritores venezolanos, en especial los que aparecieron en la década de los sesenta.  He leído todas sus novelas pero he releído la trilogía Doña Bárbara, Cantaclaro y Canaima, en ese orden de preferencia.  Admito, sin embargo,  que no me han atraído sus cuentos por lo que he leído pocos de ellos.
      Deseo destacar que una de las novelas que he leído en más de una ocasión y que aún mantiene su hechizo es País portátil, de Adriano González León.  También  me ha atraído la narrativa corta de este autor y la he disfrutado.  Admiro en este narrador su particular uso de la metáfora.  Esta novela se lleva la palma pues me parece extraordinaria  no sólo por la técnica narrativa utilizada, la originalidad de su trama y la belleza de sus metáforas si no por el hecho de que ella simbolizó lo mejor de la producción literaria de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX y, además, en su oportunidad le mereció el premio internacional Biblioteca Breve.  Se encuentra dentro de esta categoría, es decir, literatura de excepción que merece ser releída, algunos relatos de Arturo Uslar Pietri.  Sus novelas, excluyendo Las lanzas coloradas, son pocos atractivas para mí.  Quiero confesar que admiro a este escritor pero prefiero al Uslar Pietri didáctico, representativo de lo mejor de la venezolanidad de nuestra época reciente que al novelista.
         Hay otros escritores de prestigio o sin él, conocidos o desconocidos que no busco con particular interés o que luego de leerles un relato o una novela no me atraen lo suficiente como para releerlos.   Esto me sucede con Gabriel García Márquez.  No he leído todas sus novelas aunque si a Cien años de soledad, que le produjo el premio Nobel de literatura y que a mí me pareció muy interesante y original, y algunos de sus relatos.  Estos me parecen prescindibles a excepción del libro de cuentos que publicó en España, 12 Cuentos Peregrinos.  Estoy en desacuerdo con algunos críticos que enzarzan sus relatos cortos pues para mí no son lo suficientemente originales o interesantes que justifique su relectura.  Otro escritor que considero interesante y digno de leerse es José Saramago.  No he leído todas sus novelas y, que yo sepa, no ha escrito cuentos y que posee un estilo raro pero que no es cansón.  Los libros que más me han impresionado de este autor son El evangelio según Jesucristo y El año que murió Ricardo Reis, esta última una narración fundamentada en los diversos narradores que utilizara en vida el poeta portugués Fernando Pessoa.  La temática de ambos libros es sumamente cautivadora y original pero no lo suficiente para jusfificar otra lectura.
         No podría olvidar  entre mis autores preferidos al mexicano Carlos Fuentes a quien  siempre recordaré por su novela La muerte de Artemio Cruz y por su extraordinario largo relato o noveleta Aura, las únicas producciones de este insigne escritor que por su originalidad  y por haber mantenido mi interés durante toda su lectura, merecieron que yo justificara su segunda lectura.



U N R E C U E R D O D E C O R T A Z A R

                                      UN RECUERDO DE JULIO CORTAZAR

          Estamos en el año de la celebración del centenario del nacimiento de Julio Cortázar.  No puedo contarme entre los escritores amigos de este extraordinario narrador argentino pero si uno de los miles lectores de sus fantásticos y admirados cuentos.  Porque la fama como creador se la debe Cortázar no tanto a sus novelas como a sus cuentos.  Su fama se fue construyendo a medida que fueron apareciendo sus originales relatos y llegó el momento que sus lectores  americanos estábamos a la espera de la aparición de su nuevo libro de cuentos para buscarlo afanosamente en las librerías para luego maravillarnos con las nuevas e inesperadas fantasías que ellos brindaban.          
         Me pasa con Julio Cortázar algo que no me sucede  con otros creadores: no  he leído toda su literatura (aunque dudo que uno llegue a leer todo lo escrito por un autor), pero si todos sus cuentos. Pertenezco a ese grupo de lectores que han leído muchos de sus relatos más de una vez, algunos como La noche boca arriba o Cuello de gatito negro, por lo menos cinco veces.  Me sucede algo fascinante con estos cuentos y en general con la literatura de este narrador: cada vez que los leo casi siempre encuentro algo nuevo, algo que no había precisado en anteriores lecturas y además siempre me envuelve la aureola fascinante y atractiva que había experimentado en la primera lectura.
            Con sus novelas no puedo decir lo mismo.  Es cierto que las he leído todas pero una sola vez.  Rayuela fue la última que leí hace ya más de 30 años y es la única que me incita a una nueva lectura.  Cortázar invita en el comienzo de esta obra que se lea de diversas maneras, lo que realmente significa que al leerla de la manera sugerida,  se convierte en la lectura de varias novelas a la vez y creo que esa fue la intención del escritor.
            Otra de las cosas que admiro en Cortázar es su incesante creatividad.  La creación de personajes como los "cronopios" es fascinante para decir lo menos.  Su estilo como narrador incita al lector a familiarizarse con el mismo de tal manera que uno, por lo menos en mi caso, rápidamente admira sus giros idiomáticos, la original manera como desarrolla sus historias, lo que hace que uno se mantenga motivado en la lectura admirando sus  inesperadas novedades que, al aparecer, lo hace con tanta naturalidad que uno se maravilla  y se interesa más por seguir en la lectura hasta que llega al climax del cuento.  Entonces, sin dejar de sorprenderse, uno desearía que la narración continuara con nuevos aportes y nuevas maravillas.  Como no puede ser, se consuela leyendo una y otra vez ese final.
             Cortázar no fue un escritor que se contentó con solazarse en su creación.  Al contrario, consideró que tenía la obligación de realizar una actividad política en el hemisferio americano, al que pertenecía con orgullo, para combatir tanto el atraso como las taras que observara en nuestros países.  Así mismo tuvo el tino de respetar  la idiosincrasia de nuestras naciones así como las diversas tendencias políticas que observaba en sus visitas, sin dejar de insistir en el respeto a la libertad de expresión de las ideas en nuestros pueblos.  Sin embargo, como buen izquierdista,  pregonaba su pensamiento renovador pero no actuaba para imponerlo aunque si para defenderlo.  En  este orden de ideas, Cortázar apoyó desde un principio la  Revolución Cubana y fue un gran amigo de Fidel Castro.  Sin embargo, no tuvo la intuición de otros escritores latinoamericanos, como Mario Vargas Llosa, que también apoyó esta revolución en sus inicios, pero cuando vio la tendencia al estancamiento que la misma traería a Cuba, dejó de apoyar a Castro y a combatir el sistema comunista que empezó a imperar en  esta isla, el cual se ha traducido en atraso y estancamiento para los cubanos.  Lamentablemente Cortázar  no tuvo esta visión ni vivió lo suficiente para corroborar la lamentable situación económica y política de la Cuba de nuestros días.
            Sòlo ví a Julio Cortázar una vez, cuando visitó a Caracas (¿Sería la primera visita?), en el complejo residencial-comercial Parque Central del centro de la ciudad donde yo trabajaba.  El escritor (alto, delgado, con barba y bigote, ojos cuestionadores) enseñaba a su compañera (¿esposa, amante? Nunca lo supe) las particulares atracciones del lugar.  Me provocó entonces interrumpirlos y enseñarle uno de mis mejores cuentos pero mi timidez me lo impidió.  Luego me recriminé el no haberlo hecho  cuando me enteré de la receptividad del escritor argentino hacia los noveles escritores.
            Por último, quiero resaltar algo que es fundamental en la literatura de este célebre argentino.  Cortázar nunca hizo lo que podría llamarse una “literatura política”, lo cual agradecemos todos sus lectores.  Siempre tuvo el tino de separar su literatura del ámbito político.  Quien lee sus cuentos verá que son verdaderas joyas literarias y en ellas poco se asoma el rasgo político de su autor.  Lo mismo podría decirse de sus novelas y de sus otras creaciones literarias.  Incluso cuando alguno de sus relatos se desarrolla en un lugar de centro-america, en plena ebullición política, como sucede con la narración Alguien que anda por ahí, el contenido del cuento es presentado con tanta sutileza que el aspecto político que subyace en el mismo es  tocado tan tangencialmente que el lector casi no lo nota. Algo similar se asoma en la lectura de algunos pasajes de Rayuela.  Esto, por supuesto, también engrandece la figura de este notable escritor.