lunes, 24 de noviembre de 2014

UNA NOTA SOBRE GERTRUDE STEIN






                          UNA NOTA SOBRE GERTRUDE STEIN

         Hablar sobre Gertrude Stein tiene algo de aventura, de amor por lo desconocido si consideramos que esta escritora norteamericana tuvo mucho de ambas cosas.  Nacida en la segunda parte del siglo XIX, tuvo la virtud –tal vez sería más apropiado decir  la suerte—  de estar presente durante dos de los acontecimientos  entonces el centro del movimiento cultural del mundo especialmente para las artes y la literatlaura.
         Gertrude Stein fue una escritora que siempre se consideró un genio por lo que debía producir el libro que la proyectara como tal.  Aunque sus escritos iniciales datan  de las primeras décadas del siglo XX, no fue hasta 1932 cuando produce La Autobiografía de Alicia B. Toklas, obra que logra al fin lo que tanto ansiaba, el tipo de paroxismo por el deseo de fama y dinero que hasta entonces la había eludido.  Desde su juventud había ambicionada la “gloria”, como muchos de sus amigos entonces decían, pero el tipo de escritura experimental que producía la alejaron de la misma.  Finalmente a la edad de 58 años decide prostituirse, como ella misma creía, al producir un libro en un inglés común y corriente y que, para su sorpresa, se convirtió en un best-seller.
         El tipo de genio que ella se consideraba era difícil de precisar.  Se había entrenado para especializarse en psicología o para convertirse en médico  y luego, al cursar el último año de la Escuela Medicina John Hopkins, comenzó a pensar que la escritura era el camino para llegar a la gloria.  Su aprendizaje como escritora fue si se quiere convencional y sin reflejar  promesa alguna.  Después que se establece en Paris en 1903, como si el aire europeo hubiera motivado su musa, comienza a producir los ensayos, novelas, poemas, historias, etc. que la proyectaron debido a la originalidad del lenguaje utilizado.  Se convirtieron en escritos poco convencionales y que no parecían lo que querían ser y, en consecuencia, sólo accesible a unos pocos, es decir, resultaron ser escritos impopulares.
         Aunque sus primeras producciones, el trio de historias Tres Vidas, que data de 1905 y The Making of Americans (“La Hechura de los Norteamericanos”), iniciada en 1903 y terminada en 1911, la Stein utiliza un inglés regular (aunque peculiar) que muestra un idioma poco conocido y por lo tanto difícil de entender o incomprensible.  Su escrito Retrato de Mabel Dodge en la Villa Curonia,  nos proporciona las primeras muestras de este lenguaje poco entendible.  Dos años después produce Tender Buttons, inspirado en las naturalezas muertas cubistas, cuyo lenguaje se hizo mucho más impenetrable.  La insistencia  en el uso de este lenguaje experimental en sus escritos le trajo cierto  renombre entre los escritores de vanguardia pero esto no la satisfacía pues quería conquistar el inmenso mundo del hombre común.  Con La Autobiografía de Alice B. Toklas, Gertrude Stein no sólo obtiene la celebridad que tanto ambicionaba sino que también logra resolver la meditada paradoja de desconocer la responsabilidad sobre la biografía que había escrito.  Utilizando la voz de su compañera, Stein puede despojarse de la ficción de humildad que el biógrafo lucha en todo momento por aparentar.  También aprovecha este trabajo para auto-alabarse pues destaca sus supuestas virtudes.  Con esta intención, la Stein hace que Toklas diga en su primer encuentro: “Puedo decir que tres veces en mi vida me he tropezado con un genio y en cada oportunidad una campana ha sonado dentro de mi indicándome que no me había equivocado y  ello sucedió antes de que existiera un general reconocimiento de la calidad de genio que ellos inspiraban.  Los tres genios de los cuales quiero hablar son: Gertrude Stein, Pablo Picasso y Alfred Whitehead.”  Con este y otros ejemplos esparcidos en el libro Stein muestra su egomanía.  Conceptos como: “Stein se da cuenta que en la literatura inglesa de su tiempo ella es la única” y con un inesperado optimismo proporciona a su vida la característica de un cuento de fantasía donde ella ha superado cada dificultad como si fuera un acto de magia.
         Cuatro años después, Gertrude Stein publica Everybody´s Autobiography, con la intención de repetir el mismo éxito  de librería y de expiar por sì mismo, pero sólo el segundo propósito fue alcanzado.   En efecto, su primera autobiografía fue elaborada con un lenguaje lineal y sencillo con la intención de atraer al lector común.  Pero ahora la idea no fue describir la vida con un alegre y triunfante deseo de logro sino presentarlo con su elusiva ambigüedad.  Por ejemplo, la adquisición de “la casa de sus sueños”, que fue presentada en la primera autobiografía como un culminado ejemplo de que no se le podía decir no a Gertrude Stein, es descrita en la nueva autobiografía con todos los inconvenientes que en realidad se presentaron incluyendo muestras de mal comportamiento.  En The Alice B. Toklas Cook Book, Toklas recuenta la historia de la adquisición de la casa cambiando algunos detalles para corroborar la versión de Stein.
         La vida de Alice B. Toklas y Gertrude Stein en la Francia ocupada por los nazis no fue del todo fácil para un par de judías que a su vez eran lesbianas.  Muchos escritores se preguntaron entonces porque ellas no regresaron a la seguridad que entonces representaba los Estados Unidos y prefirieron los peligros y las acechanzas de la ocupación alemana.  En 1939, cuando estalló el conflicto bélico, ellas se encontraban en Biliguin y permanecieron allí durante el invierno.  Entre 1939 y 1940 Stein y Toklas consideraron la posibilidad de regresar a su país.  En un artículo publicado en “The Atlantic Monthly” entitulado The Winner Loses: A  Picture of Occupied France, Stein registra las tensiones de esos días.  Cuando Italia ingresó a la guerra en junio de 1940, dice Gertrude Stein “yo tenía miedo, mucho miedo, y mi estómago lo sentí muy débil, porque bien, aquí estábamos en el paso de todo el mundo… Estaba muy temerosa.  Desperté completamente angustiada y le dije a Alice Toklas ´Vámonos´… Y telefoneé al embajador americano en Lyon quien me dijo: ´Les autorizaré los pasaportes.  No duden en irse´,”  Pero ambas entraron en un estado de eterna duda hasta que decidieron permanecer en Francia.
         Gertrude Stein publicó otros libros, la novela Ida y el ensayo Stranzas in meditation .  Murió en Francia en 1946.

martes, 18 de noviembre de 2014

¿Vale la pena ser compositor?







                   ¿V A L E   L A   P E N A   S E R   C O M P O S I T O R?

         La explotación comercial del talento musical se ha convertido en una característica del mundo de nuestros días.  Con el interés de surgir, de ser conocido, el artista con talento musical acepta en principio la explotación de terceros algunas veces sin percibir emolumento alguno pero en los países con tarifas mínimas establecidas por la ley, o por tradición, por lo menos percibe esta tarifa.  Por ejemplo, en Venezuela existe la ley de protección al autor, pero sólo a través de asociaciones que protegen al músico (en este caso, SACVEN) ante empresarios productores de discos, programas radiales  o televisivos, cuñas comerciales, etc., el artista logra percibir el pago correspondiente.
         Para llegar a este nivel de protección, el cual existe en casi todos los países del mundo, el artista tuvo que atravesar períodos en que poco o nada percibía por su producción artística.  Tal vez el reconocimiento de este derecho y el pago de los emolumentos respectivos comienzan de veras en el siglo XX con la creación y el desarrollo de la industria del disco y el avance tecnológico de las comunicaciones.
         En los siglos anteriores el que nació músico estaba   por lo general sometido a una vida limitada económicamente y en muchos casos, cuando no era creativo, dependía del uso comercial del instrumento que dominaba (piano, violín, etc.),  es decir, como miembro de un grupo musical o actuando como profesor de música, para obtener su soporte o el de los suyos.  En el caso de los compositores, por lo menos a partir del Renacimiento, no gozaban de un reconocimiento legal por su producción musical pero si de protección al formar parte del séquito de criados que tenía un terrateniente (llámese conde, marques, etc.) o del rey, príncipe o gobernador de un lugar.  En estos casos al músico se le asignaba una dieta o pensión, pero estaba a la disposición del jefe de casa de la cual dependía en el momento en que alguna creación musical era requerida, ya sea por una celebración de la comarca, un nacimiento, aniversario o celebración similar.  Generalmente el compositor era un músico destacado, dominaba un instrumento o dirigía un grupo musical.  Una variación de esta situación era cuando el músico servía a la Iglesia, ya sea como organista, encargado de  un coro u otro grupo musical de una iglesia.  En sendos casos había cierta  seguridad económica por los servicios prestados, pero esto no cubría un reconocimiento o remuneración por la capacidad creadora ni por la producción artística del músico.  Otra forma laboral era el pertenecer a una orquesta o conjunto musical y dependiendo del sitio donde tocara (un salón de fiestas, la orquesta sinfónica  o de la ópera, para mencionar los más conocidos) percibiría una dieta o pago más o menos aceptable.  Si se obvia  los pequeños emolumentos  que percibía por la impresión de su música (a cargo de empresas editoras respetables en las principales capitales europeas), el compositor recibía muy poco por su creación musical.
         Desde entonces se hizo costumbre reconocer los méritos de un compositor después de su muerte.  Fue el caso de Wolfgang Amadeus Mozart.  En los últimos años que este compositor pasó en Viena atravesó una situación económica muy difícil y tuvo que mudarse del apartamento en que vivía con su familia pues no tenía con que pagarle al casero.  Pasó a vivir en una casa en las afueras de la ciudad donde compuso sus tres últimas sinfonías.  Décadas después de su muerte, la ciudad de Viena lamentaría esta conducta reconociendo la grandeza de este músico cuando él ya no podía disfrutarla.  Además de Mozart, también Ludwig Van Beethoven fue víctima del desconocimiento de sus contemporáneos.  Unos años después de su muerte nació en la Alemania de entonces la idea de rendirle tributo erigiendo una  estatua en la Dom Platz de Bonn, ciudad  donde naciera el compositor.  Y aún entonces estuvo presente la mezquindad humana: el desinterés y la mala organización prevaleció en la comisión que se formó poco antes de 1838 para recolectar los fondos requeridos para cubrir los gastos que ocasionara la estatua y los actos de su inauguración.  Luego de mucha dilación se decidió develar la estatua en 1845 cuando se cumplirían 75 años de su nacimiento.  El pianista y compositor húngaro Frank Liszt, quien se encontraba en el apogeo de su carrera como concertista, fue un entusiasta de esta idea y contribuyó generosamente  con los fondos que se  requerían.  Pero Liszt, pocos meses antes de la celebración, se percataría de la desidia de la comisión y tuvo que meterse de lleno en ella para que se develara la estatua en la fecha aniversaria indicada.  (Por cierto, fue Liszt quien propuso a la comisión la erección de un Festhalle para la realización de los actos protocolares y del concierto de la inauguración.  Y tuvo que cubrir los gastos y contratar al constructor para que el mismo se erigiera).  De más está decir que  este reconocimiento al músico alemán se debió a la incesante labor y aporte del músico húngaro, quien no sólo encontró poca colaboración en la mencionada comisión sino que también contó con la indiferencia de los habitantes de la ciudad de Bonn.
         En nuestra  época, ante tanto avance tecnológico y social, es dable esperar que los músicos vivan de su producción artística, pero es sólo cierto en determinados casos.  Por los menos entre nosotros el compositor debe auxiliarse con otras entradas para poder subsistir con su familia.  Entre 1958 y 1960 Luis Alfonzo Larrain decidió dejar su orquesta, olvidarse de la composición y concretarse a su Estudio Larrain, donde administraba la elaboración de  cuñas comerciales y asistía a otros músicos en las grabaciones de sus orquestas.  Es posible que ya había desaparecido su numen creativo pero lo más probable es que ya estaba cansado de los avatares y de lo poco rentable que significaba estar al frente  de una orquesta de bailes existiendo otras actividades, también creativas, que le proporcionarían una buena entrada económica y una vida más sosegada.  Es por ello que este músico se dedica desde entonces a su Estudio Larrain y a la administración de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (SACVEN).  En otras palabras, la imposibilidad de seguir viviendo de su música lo frustró tanto como compositor que después de 1960 hasta su muerte (1996) no compuso más.
         Aldemaro Romero, a partir de 1980, no ha podido vivir de sus composiciones de música popular y mucho menos de su producción académica. Afortunadamente ello no ha impedido que continúe laborando en este campo –desde entonces con mayor dedicación a la música académica--, pero para auxiliarse económicamente ha tenido que convertirse en agente de artistas, organizador de espectáculos y, en los últimos años, a participar en una empresa asesora de proyectos industriales y en la organización y/o administración de actividades culturales.
                También se observa que algunos compositores se han dedicado al mercado de las cuñas  comerciales y trabajos similares, convencidos de que la mayor parte de los beneficios que generan su música no les llega pues pasan a engrosar las arcas de otros miembros de la respectiva cadena: publicistas, productores de radio y de televisión y las mismas empresas de radio y televisión.  Por eso no exponen lo mejor de su creación musical al conocimiento de los demás pues saben el destino que les espera.  Se ignora si resguardan esta música para lograr o completar obras más complejas (tanto en el campo popular o en el académico), lo que si es cierto es que no se llega a conocer lo mejor de su creatividad.  En este orden de ideas, el suscrito le planteaba al maestro Aldemaro Romero que en virtud de su talento musical, por qué él no se abocaba a componer un conjunto de melodías representativas de las diversas regiones del país.  El maestro me contestó más o menos estas palabras: “Si tú o cualquier otro me contrata con este propósito yo me dedicaría  por completo a ese proyecto.  Caso contrario, no podría hacerlo pues yo no vivo de la música.” 
         Otro aspecto del problema es el reconocimiento que merece un compositor.  En este sentido el músico francés Arthur Honegger escribió a fines de la década de los 40 el libro Yo soy compositor, donde afirma, con  suficientes argumentos históricos, que el compositor debe morir  para que se le reconozcan sus méritos.  Es tal vez injusto constatar que la mayoría de las personas sólo se acuerdan de un músico cuando éste muere porque pasa a ser noticia.  Por lo general, la sociedad poco se preocupa por rendirle tributo al músico compositor durante el lapso de su vida.  Por ejemplo, a Aldemaro Romero nunca le otorgaron el Premio Nacional de Música que si recibieron otros con mucho menos méritos que él.  Tampoco Luis Alfonzo Larrain ni Jesús “Chuco” Sanoja recibieron en vida el reconocimiento debido a su labor artística, pues éste, por un prurito incomprensible, en nuestro país sólo lo reciben los músicos académicos.  La excepción que confirma esta regla la representó Luis María “Billo” Frómeta, quien en vida recibió innumerables reconocimientos, premios y medallas tanto por su actividad frente a su orquesta como por su obra como compositor, tanto en Venezuela como en el extranjero.  ¿Llegará el día en que este tipo de injusticia no se repita entre nosotros?


  



                              

domingo, 9 de noviembre de 2014

UNA NOTA SOBRE MAIAKOVSKI





                                   U N A   N O T A   S O B R E   M A I A K O V S K I

            Rusia, el país  donde se entronizó el comunismo y floreció como estructura político-social, es una de las naciones que tiene un inmenso respeto y aprecio por sus poetas.  Ello se puso de manifiesto en la admiración y el hechizo que representó el célebre poeta Pushkin y recientemente, en el siglo que acaba de concluir, en la veneración que suscitara Vladimir Vladimirovich Maiakovski.  Como es de todos conocidos, Rusia es también el país de las estepas, donde el frío llega a niveles extraordinariamente bajos que ha puesto a prueba la capacidad de adaptación del ser humano.  Tal vez este medio austero y exigente ha propiciado este amor exagerado –visto desde la perspectiva de otros pueblos— por sus poetas,  mostrando como característica de su actividad cultural el establecimiento de recitales de poesía como una costumbre y una manera de conocer, disfrutar y expandir la producción de sus bardos.  Una  consecuencia de esto es la usanza, bastante difundida en el pueblo ruso, de aprender de  memoria poemas y en particular poemas épicos.  Este hábito se desarrolla en las escuelas y son muchos los nativos de este gélido país que recitan, cuando jóvenes o adultos, un sinnúmero de poemas de sus  trovadores favoritos.  Ello cobra destacada importancia cuando viven en otros países –exiliados o por simple necesidad política o de negocios--  y los embarga la nostalgia al evocar la madre patria.
            Vladimir Vladimirovich Maiakovski, el poeta por excelencia de la famosa Revolución de Octubre,  nació en 1893 en Babdati, un (tuvo dos hermanas, Ludmila y Olga), llamado Volodia por su familia, fue autodidacta.   Era un hombre alto, macizo y musculoso –de trazos toscos, más parecía la estampa de un camionero u obrero de fábrica que la de un poeta--, también fue un hombre melancólico, impaciente y  temperamental.  Otras características de este poeta fueron su pasión por el juego y una compulsión hipocondríaca acerca de la higiene personal, tal vez derivada de la impresión que le dejara la muerte de su padre (1905) producida por una infección sanguínea .—se infestó al cortarse en una mano con una hoja de papel de archivo en su taller.  Como parte de esta repulsa desarrolló una serie de hábitos muy peculiares: siempre se protegía la mano con un pañuelo al manipular  la manilla de una puerta; viajaba con su  propia jabonera y con una larga bañera de goma.  Según el escritor ruso Ehremburg, este poeta sorbía todas las bebidas con un pitillo fuesen ellas café o wiskey, se encontrara en su casa, un bar o un famoso restaurant.
            Desde pequeño estuvo inmerso  en los libros y desarrolló bien temprano una destacada dedicación a la política.  Comenzó a trabajar desde muchacho en el Partido de los Trabajadores Sociodemócratas cuya ala  radical fue conocida como los bolchevikes y ya a los 14 años era un destacado miembro de este partido.  A los 15 años fue encarcelado por haber ayudado a escapar de una cárcel de Moscú a un grupo de mujeres detenidas.  Estuvo preso durante un año lo cual aprovechó para dedicarse a la lectura de Shakespeare,    poesía.
            Ya a los 22 años Maiakovski se convirtió en una celebridad al leerle a Máximo Gorky su poema La nube en pantalones.  Al célebre escritor ruso lo impresionó de tal manera su contenido que lloró en el regazo del poeta.  Su obra literaria reflejó su carácter, su manera de percibir la vida.  Muchos de sus poemas mostraban una visión apocalíptica, deliberadamente ruda y violenta, como si presagiara los cambios cataclísmicos que enfrentaría  Rusia a partir de 1917.  De su obra poética destacarían, entre otras, Khorosho (“Muy bien”), Vladimir Ylych Lenin, Marcha de la Izquierda, La nube en pantalones, Al tope de mi voz, etc.  También escribió poesía inspirada en el amor y en los innumerables noviazgos que tuvo, destacando los poemas que dedicara a una de sus musas,  tal vez la mujer que más amara en su vida,  la rusa Tatiana Yacovleva: Carta desde Paris al camarada Kostrov y Carta a Tatiana Yacocleva.  Así mismo fue autor de dos comedias,  El piojo y Casa de baños.  El introvertido compositor ruso  Dmitri Shostakovich, impresionado por la gentileza y el sencillo comportamiento de este poeta, compuso la música que acompañó a la primera de estas comedias. Maiakovski destacó por su completa dedicación al trabajo por su partido y por el éxito de la revolución comunista.  Admiraba y adoraba la presencia y labor de Lenin y ello lo llevó a componer el célebre poema que dedicara al líder moscovita.  La lucha política lo llevó a realizar diversas actividades artísticas en las cuales también destacó.  Compuso muchas pinturas, afiches y jingles que contribuyeron a propagar el ideal y los propósitos del partido y gobierno comunistas.
            Su labor de poeta en pro del éxito de sus ideales y del gobierno hizo que con posterioridad a la primera guerra mundial fuera uno de los preferidos del régimen.  En tal sentido fue enviado a diferentes reuniones y congresos dentro y fuera de Rusia y también realizó recitales con fines culturales o políticos.  Con este propósito fungió como embajador de buena voluntad en países europeos y hasta visitó por unos meses en 1925 a los Estados Unidos.  Por cierto en ese viaje tuvo un romance con Elly Jones, norteamericana de ascendencia ruso-alemana, y con quien procreó una hija.  Su primer viaje a Paris lo hizo en 1922.
            Pese a su formación y lucha por los ideales revolucionarios, V. V. Maiakovski gustó y disfrutó del comportamiento de la burguesía, en particular el de parejas particularmente licenciosas –costumbre de la época en esta clase social y en general entre artistas y Lilia Yureana Brik y su esposo Osip Brik (destacado investigador literario), manteniendo una relación amorosa con Lilia mientras cultivaba una aceptable amistad con su esposo.  Esta pareja, como muchas de la sociedad moscovita, habían realizado un pacto  que les permitía a ambos tener los amantes que quisieran.  El hogar de los Brik fue también el de Maiakovski durante la mayor parte de su permanencia en Moscú.  Este manage  á trois se preservó sin mayores inconvenientes al extremo que Lilia, u “Osia” Brik como también hacía llamar, se formó el propósito de que mientras Maiakovski permaneciera en Moscú ella sería su verdadero amor (de hecho lo fue en el periodo 1915-1923, siendo la receptora de muchos de sus poemas amorosos.  Cada vez que el poeta salía de viaje ella lo hacía investigar para mantenerse informada de los romances que tenía a fin de precisar si ello ponía en peligro esa relación, pues estaba determinada a ser su única musa.  Por eso en sus viajes a Paris lo hizo investigar con su hermana Elsa Triolet, residenciada en esa ciudad y quien mantuvo una relación de por vida con el escritor francés Louis de Aragon.  Así, en 1928, estando Maiakovski en Paris, viajó a Niza al enterarse que allí se encontraba Elly Jones con su hija.  Temerosa de que Lilia perdiera al poeta, por indicación de  ésta, Elsa trató de desviar el interés de aquél por la Jones.  Con este fin le presentó Tatiana Yakovleva al poeta.  Éste fue de inmediato flechado por la hermosa  emigrée  rusa y nació una relación que lo trastornaría emocionalmente.  Esta relación parecía, además, haber llegado providencialmente, pues el frenético paso del poeta pues las tensiones que generaban sus actividades públicas y privadas y la supresión de muchos de sus sentimientos y pareceres en beneficio de la gloria del comunismo, le habían generado muchas depresiones   servil y pedestre.   Sobre esta situación, él había confiado a un amigo íntimo que “sólo un verdadero y gran amor podría salvarlo” pues, además, el vivir solo eses año (1928) se le había tornado intolerable y necesitaba un cambio.
            Como una oportuna tabla de salvación, Maiakovski se dedicó en cuerpo y alma a su nuevo amor.  Convirtió a Tatiana en su confidente.  Descubrió el extraordinario conocimiento que Tatiana tenía de la poesía y en  los diversos cafés y restaurantes que entonces frecuentaron la oyó recitar la producción de otros poetas rusos y ¡los setecientos versos que contenía su poema La nube en pantalones!!  Como Lilia en años anteriores, Tatiana fue su agente secreto, su única confidente.  Le contó los pormenores  d su relación con Lilia, cuestión a lo que ella dio poca importancia.  Tanto así que lo ayudó a comprarle un vestido a la Brik y en la adquisición de un pequeño Renault que Lilia había pedido que le compraran en Paris.  El poeta propuso matrimonio a Tatiana pero ésta no llegó a comprometerse  pese a que estaba locamente enamorada.  La visa de Maiakovski expiraba en esos días por lo que tuvo que regresar a Moscú.  Ante su indecisión él planeaba retornar a Paris en mayo de 1929.  Los enamorados se despidieron en un ambiente de mucha tristeza.
                A partir de 1928 el poder y la influencia de Stalin se había incrementado considerablemente y se haría más poderoso el proceso de colectivización en Rusia.  Maiakovski había comenzado a perder prestigio en el partido y en el gobierno.  Empezaron a desaparecer sus privilegios y pronto le negaron que saliera del país.  Ante la imposibilidad de regresar a Paris y la ausencia de noticias de Tatiana, (cabe suponer que la correspondencia de ambos era interceptada por el gobierno y tal vez también por  la misma Lilia Brik), el poeta se sintió solo.  El invierno de 1929-1930 fue particularmente desastroso.  Su producción literaria había mermado en calidad y cantidad, a excepción del poema Al tope de mi voz.  Continuó el aislamiento y hasta su recitación del célebre poema a Lenin recibida siempre con entusiasmo, esa vez, el 1ero. De enero de 1930 cuando lo recitara en el Teatro Bolshoi de Moscú, ante la presencia de Stalin  y Molotov  no recibió el mismo entusiasmo..  Por último, la situación se agudizó cuando Maiakovski abrió en Moscú el 1ero de febrero de 1930 su exposición “20 años de Trabajo”, donde exhibía el fruto de su actividad en beneficio del partido y la revolución (afiches, pinturas, jingles, escritos, etc.) así como muestras de las diversas ediciones de sus libros y se asombró que sólo asistieran estudiantes.  La exposición había sido boicoteada por los grupos oficiales de escritores.  El poeta se paseó por los salones vacíos y comentó con tristeza el asunto con Nora Polonskaya, actriz   que entonces realizaba sus primeras actuaciones y con quien el poeta se había unido sentimentalmente en su desesperación y soledad.  Nada             de lo que entonces hiciera el poeta satisfacía a sus enemigos, muchos de ellos escritores que envidiaban su éxito.  Ese mismo febrero de 1930, en busca de comprensión y compañía,  se inscribió en la organización literaria dirigida por el partido, a la cual se había resistido a pertenecer, causando consternación entre sus verdaderos amigos.  Lamentablemente la organización lo trató con desdén, desconociendo su obra y asignándole actividades de tercera categoría como si fuera un escritor sin ningún renombre o autoría.   Posteriormente, completamente desilusionado, el 14 de abril de ese mismo año, Vladimir Vladimirovich Maiakovski se suicidó.
            Irónicamente el suicidio produjo una consternación entre sus amigos y en las esferas del gobierno.  Años después, Lilia Brik, que mantuvo su veneración por el poeta, aprovechó los favores del amante de turno, un mariscal del ejército, para hacerle llegar a  Stalin un escrito donde proponía la rehabilitación del poeta.  Stalin leyó el escrito y, para sorpresa de sus acólitos, ordenó, en el encabezado del mismo, de su puño y letra, la realización de una serie de actos que contribuyeran al reconocimiento de la labor del poeta.  Ello originó la erección de  una estatua en una plaza de Moscú y la creación del Museo Maiakovski en la misma ciudad, donde reposan todos sus escritos, cartas, afiches, muestras de ediciones de sus libros, etc.  La labor de recopilación que realizaron tanto Lilia Brik como los amigos del poeta  enriqueció el museo.  Por cierto, la hija de Tatiana (se casaría con un francés y a la muerte de éste con un norteamericano) logró rescatar de su padrastro las cartas y telegramas que Maiakovski le enviara a su madre y posteriormente los depositó en el museo del poeta en la capital rusa.


















                                   U N A   N O T A   S O B R E   M A I A K O V S K I

            Rusia, el país  donde se entronizó el comunismo y floreció como estructura político-social, es una de las naciones que tiene un inmenso respeto y aprecio por sus poetas.  Ello se puso de manifiesto en la admiración y el hechizo que representó el célebre poeta Pushkin y recientemente, en el siglo que acaba de concluir, en la veneración que suscitara Vladimir Vladimirovich Maiakovski.  Como es de todos conocidos, Rusia es también el país de las estepas, donde el frío llega a niveles extraordinariamente bajos que ha puesto a prueba la capacidad de adaptación del ser humano.  Tal vez este medio austero y exigente ha propiciado este amor exagerado –visto desde la perspectiva de otros pueblos— por sus poetas,  mostrando como característica de su actividad cultural el establecimiento de recitales de poesía como una costumbre y una manera de conocer, disfrutar y expandir la producción de sus bardos.  Una  consecuencia de esto es la usanza, bastante difundida en el pueblo ruso, de aprender de  memoria poemas y en particular poemas épicos.  Este hábito se desarrolla en las escuelas y son muchos los nativos de este gélido país que recitan, cuando jóvenes o adultos, un sinnúmero de poemas de sus  trovadores favoritos.  Ello cobra destacada importancia cuando viven en otros países –exiliados o por simple necesidad política o de negocios--  y los embarga la nostalgia al evocar la madre patria.
            Vladimir Vladimirovich Maiakovski, el poeta por excelencia de la famosa Revolución de Octubre,  nació en 1893 en Babdati, un (tuvo dos hermanas, Ludmila y Olga), llamado Volodia por su familia, fue autodidacta.   Era un hombre alto, macizo y musculoso –de trazos toscos, más parecía la estampa de un camionero u obrero de fábrica que la de un poeta--, también fue un hombre melancólico, impaciente y  temperamental.  Otras características de este poeta fueron su pasión por el juego y una compulsión hipocondríaca acerca de la higiene personal, tal vez derivada de la impresión que le dejara la muerte de su padre (1905) producida por una infección sanguínea .—se infestó al cortarse en una mano con una hoja de papel de archivo en su taller.  Como parte de esta repulsa desarrolló una serie de hábitos muy peculiares: siempre se protegía la mano con un pañuelo al manipular  la manilla de una puerta; viajaba con su  propia jabonera y con una larga bañera de goma.  Según el escritor ruso Ehremburg, este poeta sorbía todas las bebidas con un pitillo fuesen ellas café o wiskey, se encontrara en su casa, un bar o un famoso restaurant.
            Desde pequeño estuvo inmerso  en los libros y desarrolló bien temprano una destacada dedicación a la política.  Comenzó a trabajar desde muchacho en el Partido de los Trabajadores Sociodemócratas cuya ala  radical fue conocida como los bolchevikes y ya a los 14 años era un destacado miembro de este partido.  A los 15 años fue encarcelado por haber ayudado a escapar de una cárcel de Moscú a un grupo de mujeres detenidas.  Estuvo preso durante un año lo cual aprovechó para dedicarse a la lectura de Shakespeare,    poesía.
            Ya a los 22 años Maiakovski se convirtió en una celebridad al leerle a Máximo Gorky su poema La nube en pantalones.  Al célebre escritor ruso lo impresionó de tal manera su contenido que lloró en el regazo del poeta.  Su obra literaria reflejó su carácter, su manera de percibir la vida.  Muchos de sus poemas mostraban una visión apocalíptica, deliberadamente ruda y violenta, como si presagiara los cambios cataclísmicos que enfrentaría  Rusia a partir de 1917.  De su obra poética destacarían, entre otras, Khorosho (“Muy bien”), Vladimir Ylych Lenin, Marcha de la Izquierda, La nube en pantalones, Al tope de mi voz, etc.  También escribió poesía inspirada en el amor y en los innumerables noviazgos que tuvo, destacando los poemas que dedicara a una de sus musas,  tal vez la mujer que más amara en su vida,  la rusa Tatiana Yacovleva: Carta desde Paris al camarada Kostrov y Carta a Tatiana Yacocleva.  Así mismo fue autor de dos comedias,  El piojo y Casa de baños.  El introvertido compositor ruso  Dmitri Shostakovich, impresionado por la gentileza y el sencillo comportamiento de este poeta, compuso la música que acompañó a la primera de estas comedias. Maiakovski destacó por su completa dedicación al trabajo por su partido y por el éxito de la revolución comunista.  Admiraba y adoraba la presencia y labor de Lenin y ello lo llevó a componer el célebre poema que dedicara al líder moscovita.  La lucha política lo llevó a realizar diversas actividades artísticas en las cuales también destacó.  Compuso muchas pinturas, afiches y jingles que contribuyeron a propagar el ideal y los propósitos del partido y gobierno comunistas.
            Su labor de poeta en pro del éxito de sus ideales y del gobierno hizo que con posterioridad a la primera guerra mundial fuera uno de los preferidos del régimen.  En tal sentido fue enviado a diferentes reuniones y congresos dentro y fuera de Rusia y también realizó recitales con fines culturales o políticos.  Con este propósito fungió como embajador de buena voluntad en países europeos y hasta visitó por unos meses en 1925 a los Estados Unidos.  Por cierto en ese viaje tuvo un romance con Elly Jones, norteamericana de ascendencia ruso-alemana, y con quien procreó una hija.  Su primer viaje a Paris lo hizo en 1922.
            Pese a su formación y lucha por los ideales revolucionarios, V. V. Maiakovski gustó y disfrutó del comportamiento de la burguesía, en particular el de parejas particularmente licenciosas –costumbre de la época en esta clase social y en general entre artistas y Lilia Yureana Brik y su esposo Osip Brik (destacado investigador literario), manteniendo una relación amorosa con Lilia mientras cultivaba una aceptable amistad con su esposo.  Esta pareja, como muchas de la sociedad moscovita, habían realizado un pacto  que les permitía a ambos tener los amantes que quisieran.  El hogar de los Brik fue también el de Maiakovski durante la mayor parte de su permanencia en Moscú.  Este manage  á trois se preservó sin mayores inconvenientes al extremo que Lilia, u “Osia” Brik como también hacía llamar, se formó el propósito de que mientras Maiakovski permaneciera en Moscú ella sería su verdadero amor (de hecho lo fue en el periodo 1915-1923, siendo la receptora de muchos de sus poemas amorosos.  Cada vez que el poeta salía de viaje ella lo hacía investigar para mantenerse informada de los romances que tenía a fin de precisar si ello ponía en peligro esa relación, pues estaba determinada a ser su única musa.  Por eso en sus viajes a Paris lo hizo investigar con su hermana Elsa Triolet, residenciada en esa ciudad y quien mantuvo una relación de por vida con el escritor francés Louis de Aragon.  Así, en 1928, estando Maiakovski en Paris, viajó a Niza al enterarse que allí se encontraba Elly Jones con su hija.  Temerosa de que Lilia perdiera al poeta, por indicación de  ésta, Elsa trató de desviar el interés de aquél por la Jones.  Con este fin le presentó Tatiana Yakovleva al poeta.  Éste fue de inmediato flechado por la hermosa  emigrée  rusa y nació una relación que lo trastornaría emocionalmente.  Esta relación parecía, además, haber llegado providencialmente, pues el frenético paso del poeta pues las tensiones que generaban sus actividades públicas y privadas y la supresión de muchos de sus sentimientos y pareceres en beneficio de la gloria del comunismo, le habían generado muchas depresiones   servil y pedestre.   Sobre esta situación, él había confiado a un amigo íntimo que “sólo un verdadero y gran amor podría salvarlo” pues, además, el vivir solo eses año (1928) se le había tornado intolerable y necesitaba un cambio.
            Como una oportuna tabla de salvación, Maiakovski se dedicó en cuerpo y alma a su nuevo amor.  Convirtió a Tatiana en su confidente.  Descubrió el extraordinario conocimiento que Tatiana tenía de la poesía y en  los diversos cafés y restaurantes que entonces frecuentaron la oyó recitar la producción de otros poetas rusos y ¡los setecientos versos que contenía su poema La nube en pantalones!!  Como Lilia en años anteriores, Tatiana fue su agente secreto, su única confidente.  Le contó los pormenores  d su relación con Lilia, cuestión a lo que ella dio poca importancia.  Tanto así que lo ayudó a comprarle un vestido a la Brik y en la adquisición de un pequeño Renault que Lilia había pedido que le compraran en Paris.  El poeta propuso matrimonio a Tatiana pero ésta no llegó a comprometerse  pese a que estaba locamente enamorada.  La visa de Maiakovski expiraba en esos días por lo que tuvo que regresar a Moscú.  Ante su indecisión él planeaba retornar a Paris en mayo de 1929.  Los enamorados se despidieron en un ambiente de mucha tristeza.
                A partir de 1928 el poder y la influencia de Stalin se había incrementado considerablemente y se haría más poderoso el proceso de colectivización en Rusia.  Maiakovski había comenzado a perder prestigio en el partido y en el gobierno.  Empezaron a desaparecer sus privilegios y pronto le negaron que saliera del país.  Ante la imposibilidad de regresar a Paris y la ausencia de noticias de Tatiana, (cabe suponer que la correspondencia de ambos era interceptada por el gobierno y tal vez también por  la misma Lilia Brik), el poeta se sintió solo.  El invierno de 1929-1930 fue particularmente desastroso.  Su producción literaria había mermado en calidad y cantidad, a excepción del poema Al tope de mi voz.  Continuó el aislamiento y hasta su recitación del célebre poema a Lenin recibida siempre con entusiasmo, esa vez, el 1ero. De enero de 1930 cuando lo recitara en el Teatro Bolshoi de Moscú, ante la presencia de Stalin  y Molotov  no recibió el mismo entusiasmo..  Por último, la situación se agudizó cuando Maiakovski abrió en Moscú el 1ero de febrero de 1930 su exposición “20 años de Trabajo”, donde exhibía el fruto de su actividad en beneficio del partido y la revolución (afiches, pinturas, jingles, escritos, etc.) así como muestras de las diversas ediciones de sus libros y se asombró que sólo asistieran estudiantes.  La exposición había sido boicoteada por los grupos oficiales de escritores.  El poeta se paseó por los salones vacíos y comentó con tristeza el asunto con Nora Polonskaya, actriz   que entonces realizaba sus primeras actuaciones y con quien el poeta se había unido sentimentalmente en su desesperación y soledad.  Nada             de lo que entonces hiciera el poeta satisfacía a sus enemigos, muchos de ellos escritores que envidiaban su éxito.  Ese mismo febrero de 1930, en busca de comprensión y compañía,  se inscribió en la organización literaria dirigida por el partido, a la cual se había resistido a pertenecer, causando consternación entre sus verdaderos amigos.  Lamentablemente la organización lo trató con desdén, desconociendo su obra y asignándole actividades de tercera categoría como si fuera un escritor sin ningún renombre o autoría.   Posteriormente, completamente desilusionado, el 14 de abril de ese mismo año, Vladimir Vladimirovich Maiakovski se suicidó.
            Irónicamente el suicidio produjo una consternación entre sus amigos y en las esferas del gobierno.  Años después, Lilia Brik, que mantuvo su veneración por el poeta, aprovechó los favores del amante de turno, un mariscal del ejército, para hacerle llegar a  Stalin un escrito donde proponía la rehabilitación del poeta.  Stalin leyó el escrito y, para sorpresa de sus acólitos, ordenó, en el encabezado del mismo, de su puño y letra, la realización de una serie de actos que contribuyeran al reconocimiento de la labor del poeta.  Ello originó la erección de  una estatua en una plaza de Moscú y la creación del Museo Maiakovski en la misma ciudad, donde reposan todos sus escritos, cartas, afiches, muestras de ediciones de sus libros, etc.  La labor de recopilación que realizaron tanto Lilia Brik como los amigos del poeta  enriqueció el museo.  Por cierto, la hija de Tatiana (se casaría con un francés y a la muerte de éste con un norteamericano) logró rescatar de su padrastro las cartas y telegramas que Maiakovski le enviara a su madre y posteriormente los depositó en el museo del poeta en la capital rusa.