domingo, 30 de agosto de 2015

UNA CIUDAD PRIMOGENITA DE AMERICA

G                             U N A   C I U D A D   P R I M O G E N I C A  D E   A M E R I C  A

            En estos días habito temporalmiente en una urbanización clase media baja en los alrededores de Cumaná llamada “Villas de Cantarrana”, en un pueblo llamado también Cantarrana, el cual estuvo poblado por campesinos que vivían de la agricultura y la ganadería proveían sus insumos a la ciudad de Cumaná, capital del Estado Sucre.
             Al expandirse esta ciudad en la segunda parte del siglo XX, las actividades campestres de los entonces pobladores de Cantarrana fueron paulatinamente desapareciendo y con el influjo de nuevos habitantes se fue convirtiendo en un suburbio de la ciudad capital.  Los pobladores iniciales que quedaron cambiaron su actividad campestre por otra más urbana (buhoneros, obreros de fábrica, vendedores ambulantes de frutas y hortalizas, etc.).  Motivado a su persistente crecimiento, Cantarrana fue ampliándose, sus calles fueron macanizadas y luego asfaltadas y a poblarse de citadinos que en Cumaná, por su capacidad económica, no encontraron espacio para erigir sus viviendas y si la hallaron en Cantarrana.  Algunos de estos nuevos pobladores utilizaron materiales y facilidades baratos (techos de zinc, paredes de adobe, excusado de hoyo, etc.), los cuales mejoraron considerablemente cuando el nuevo suburbio superó sus condiciones de higiene y salubridad.  Así, se instalaron el acueducto y las cloacas.  Las casas ubicadas en las arterias principales se adornaron de atractivos jardines con flores, arbustos de adorno y árboles frutales o de sombra, resabios estos últimos de las casas de hacienda que existían en el lugar.  Las estructuras de las casas también han sido mejoradas: paredes de concreto y techos de tejas o de platabanda, como dicen los lugareños.  El acueducto y las cloacas han eliminados los excusados de hoyo y los pozos sépticos.  Para combatir el fuerte calor de la región muchos pobladores han instalados en sus viviendas aparatos de aire acondicionado o ventiladores de techo o de piso.
            Fue aquí donde constructores con visión edificaron 15 o 20 años atrás las “Villas de Cantarrana”.  Recientemente han aparecido otras urbanizaciones en los alrededores a fin de satisfacer necesidades del mercado inmobiliario.   Aunque Las Villas fue  inicialmente ejecutada para satisfacer un determinado mercado (empleados, supervisores, gerentes  medios de comercios e industrias), las urbanizaciones recientes obedecen a un mercado más preciso, el de educadores y profesionales universitarios y gerentes de empresas, que requieren viviendas un poco más sofisticadas en apartamentos y townhouses.
            Si te levantas temprano, digamos a las seis de la mañana o algo más tarde y comienzas a caminar por las aceras de Cantarrana, observarás a un pueblo que comienza a despertar a las actividades rutinarias del día y  a movilizarse hacia sus respectivos trabajos en la comunidad, en Cumaná   o   en la zona industrial de esta ciudad.  Es decir, disfrutan de un desayuno frugal y luego caminan hasta llegar a su trabajo en Cantarrana o  utilizan el transporte público o sus propios vehículos para trasladarse a sus oficinas u oficios en compañías, talleres y empresas varias ubicadas en la zona industrial, comercios u otros sitios de Cumaná.
         Cumaná fue la primera ciudad que los españoles fundaron en la América del Sur. La fundación se produjo alrededor de 1520, es decir, aproximadamente28 años después de la   llegada de Cristóbal Colón a las Américas.  Por eso se le llama la Primogénita Ciudad de este continente.  Por supuesto que pronto fue víctima de los piratas ingleses, franceses u holandeses pues el Castillo de San Antonio, Su Eminencia, que se construyera en una colina alrededor del cual se fundó la ciudad, no tenía la suficiente fuerza de tiro para impedir que los filibusteros cometieran sus tropelías.  Fue necesario que los españoles edificaran el Castillo de Araya, en la parte de la península del mismo nombre  frente a Cumaná, para que los ataques de los piratas fueran paulatinamente mermando hasta desaparecer por completo.
            Cumaná es célebre no sólo por ser la Primogénita de Suramérica, sino también por  ser la cuna de Antonio José de Sucre, el Gran   Mariscal de Ayacucho, cuya victoria sobre los españoles en   la llanura Ayacucho del Perú, terminó la hegemonía española en América.  Sucre nació en esta ciudad el 3 de febrero  de 1795 y falleció asesinado en la montaña de Marruecos (Ecuador) en 1830.  Por ser la ciudad donde naciera el Mariscal Sucre, Cumaná fue escogida como capital del Estado Sucre de la República de Venezuela.  Esta distinción fue  ampliamente cuestionada por  los habitantes de Carúpano, segunda ciudad de ese estado y su primer centro económico, que aspiraba también a ser su capital.   Esta discusión llegó a su fin cuando los carupaneros, cuya ciudad fue cuna del general Bermúdez, uno de los héroes de la independencia del país, se convencieron de que este último suceso no tenía la trascendencia histórica ni la grandeza del Mariscal de Ayacucho.  Como ha sucedido en otros países, este tipo de sutileza fue determinante para que el gobierno de Venezuela de la época (principios del siglo XX) nombrara a Cumaná centro político de la región y luego capital del Estado Sucre.
            Por lo demás, esta ciudad, ubicada en la boca del Golfo de Cariaco y frente a la Península de Araya, es un lugar algo caluroso pero con una bellísima vista marina, ha sido centro de otros acontecimientos históricos, el último de los cuales sucedió en los inicios de los años 30 del siglo pasado, cuando se produjo la Invasión del Falke, dirigida por el general Román Chalbaud contra el dictador Juan Vicente Gómez.  La tropa de este general intentó posesionarse de  Cumaná   antes de invadir el  centro del país, pero este intento fracaso cuando Chalbaud falleció en la batalla antes de llegar al puente sobre el Manzanares que era entonces la entrada de la ciudad.  Desde entonces Cumaná se ha ampliado considerablemente  al incorporar a su perímetro el que antes se llamaba Puerto Sucre y la pequeña llanura entre este puerto y la antigua entrada a la ciudad, la cual está completamente urbanizada y la denominación Puerto Sucre ha desaparecido como tal.
            Los conquistadores españoles acostumbraban a dar a la   ciudad que fundaban en América denominaciones de diversa procedencia: para eternizar el nombre de la ciudad donde habían nacido o le gustaba esa denominación o la misma reflejaba el medio donde se hallaba la nueva ciudad o por otra valedera razón.  Por ejemplo, la ciudad de Mérida existía en España, también hay otra Mérida en Venezuela y otra en México.  Es posible también que existan otras ciudades con el mismo nombre en nuestro continente que nosotros no conozcamos.  Igual procedimiento utilizaron para bautizar algunos ríos.  Por ejemplo el río que atraviesa a Cumaná lo llamaron Manzanares, recordando la misma denominación que tiene el río que atraviesa a Madrid.
            Hasta bien entrado el siglo XX Cumaná mantuvo su estructura colonial pero luego se produjo un crecimiento en diversas direcciones.  De su estructura colonial sólo quedan algunas mansiones y las bellísimas iglesias La Catedral y la Iglesia de Santa Inés, todos existen en lo que se ha mantenido como centro de la ciudad, además del Castillo de San Antonio.  Otras edificaciones que destacan son: el majestuoso Hospital de Cumaná, construido para atender las necesidades de la región, también destacan los edificios creados para satisfacer las necesidades de vivienda para la población de menos recursos y ubicados en diversas parroquias, estos forman núcleos urbanos tan populosos que parecieran ciudades dentro de la gran ciudad que es Cumaná.  Ésta posee bellas avenidas, como la Bermúdez, la Mariño y la Gran Mariscal.  También destaca la Avenida Perimetral, que el pueblo  llama “La Costanera”, la cual fue construida con una doble función: correr a lo largo de La costa marítima, por el norte de la ciudad (al entrar al poblado de Caiguire, hoy incorporado al perímetro de Cumaná), para confluir con la autopista Antonio José de Sucre, que por el sur proviene de la carretera nacional que viene de Puerto La Cruz hasta unirse con la misma carretera que se dirige a Carúpano.  La unión de esta dos avenidas forman una circunvalación que rodea a Cumaná, siendo la primera ciudad con estas características que posee el país.  Otro sitio agradable de la ciudad es el Parque Gran Mariscal, ubicado en el centro de la ciudad, el cual posee un parque infantil y paseos, donde predomina el frescor que proporcionan grandes árboles. En la misma zona se ubica la bella estatua ecuestre de Sucre y el museo de la ciudad.
            Por último, Cumaná fue también la cuna de Andrés Eloy Blanco, bardo que por su original y variada producción poética es considerado el mejor poeta del país y también el más conocido en América y Europa. Así, obtuvo su primer premio en los Juegos Florales de Santander, España, en 1923, con su poema “Canto a España”.  Es autor de muchos poemas conocidos como Las Uvas del Tiempo, La Renuncia, Coplas del Amor Viajero, El Molinero del Señor, Giraluna, etc. Su poema más popular es Píntame Angelitos Negros. Andrés Eloy Blanco nació en Cumaná el 6 de agosto de 1896 y murió en un accidente automovilístico en la ciudad de México, el 21 de mayo de 1955.

jueves, 6 de agosto de 2015

¿U N A E X T R A O R D I N A R I A F U G A?



                                            ¿U N A    E X T R A O R D I N A R I A    F U G A ?

                     Eran las 8:52 de la noche cuando  el hombre dejó su celular sobre la mesa.  Luego se cambió los zapatos  y caminó hacia un rincón de su celda, donde se hallaba una ducha que tenía una pared alta que le impedía que fuese observado por la cámara de seguridad de la prisión.  A los pocos segundos se introdujo en un hueco, donde anteriormente estaba la rejilla de la ducha, que había sido ampliado suficientemente para movilizarse sin estorbo.  Luego bajó por una escalera hasta llegar a un túnel con anchura tan amplia que permitía su movilización.  El  túnel poseía una longitud aproximada de 150 metros, luz eléctrica, ductos de ventilación y una línea de tren. Sobre los rieles se hallaba un raro  vehículo con asiento que se unía a una especie de motocicleta.  El hombre ocupó el asiento de la moto y comenzó su viaje hacia la libertad.  Se deslizó sobre los rieles a la máxima velocidad que le permitía la máquina hasta llegar al final del túnel.  Se bajó del vehículo y abordó la escalera que lo condujo a la superficie: un sitio solo, rodeado de altas paredes, donde supuestamente se construía una vivienda.  El sitio estaba aislado, sin casas ni construcciones a la vista.   Lo esperaba una comitiva que lo sacó del lugar.
                    El hombre que se había fugado de una de las  prisiones más seguras de la República de México era Joaquín Guzmán Loero, más conocido como El Chapo Guzmán.  Era su segunda fuga. La primera la hizo a principios del siglo de una prisión mejicana también considerada como de alta seguridad.
                  Uno se pregunta ¿dónde estará El Chapo Guzmán en estos momentos?  Por supuesto que un sitio sumamente aislado y proteguido por guardias de su pandilla de narcotraficantes. ¿Dónde?  Solamente un número bastante reducido de personas lo sabe.
                  Uno se pone a penar en los diversos caminos que traza la ambición de dinero a los hombres y las innumerables triquiñuelas e inventos que esa ambición le incitan para lograr sus propósitos.  En el caso de los narcotraficantes de la república mejicana, el último invento es el de los supertúneles.  Los construyen mostrando una gran maestría y buen conocimiento de la orografía del lugar, en sitios insospechados y provistos de las comodidades necesarias para facilitar el traslado de las drogas, en especial de la cocaína, habilidad que tienen asombrados a los miembros de las policías especiales tanto de México como de U.S.A.  Lo particular de este caso es que los túneles han sido excavados cerca de la frontera de estos dos países sin que hasta el  presente hayan encontrado a sus fabricantes en plena labor, con las manos en la masa, como decimos en Venezuela.  De allí lo original y lo estratégico de su construcción.
                 En este sentido, los agentes secretos de ambos países han logrado escuchar las comunicaciones entre los supervisores encargados de dirigir la excavación de dichos túneles y los jefes que idearon y controlaron la fabricación de estos túneles en el proceso de su excavación.  Pero hasta aquí llegaron.  Escucharon los diálogos pero no lograron descifrar sus contenidos, pues en ellos los narcos utilizaron "palabras-códigos" difíciles de traducir.  Tampoco han logrado precisar el o los lugares donde se encuentran los jefes, aunque piensan que sea algún lugar de Sinaloa, el estado narcotraficante por excelencia de México.  Tampoco han precisado la ubicación de los supervisores que  conducen la excavación. aunque saben que se hallan en la frontera U.S.A.-México, pero aún en el Estado de Sinaloa la frontera están extensa que hasta ahora ha sido difícil detectarlos.
                A continuación precisaremos algunos de los lugares donde se realizan las excavaciones, la naturaleza de las mismas y su propósito.
                Hasta ahora uno de los lugares donde se han excavado los supertúneles es en Tijuana, en la frontera de Sinaloa con U.S:A., en Garita de Otay, un sector industrial del norte de Tijuana, que se comunica con Otay Mesa, sector industrial al sur de San Diego.  Los túneles, además de ser hábilmente construidos, son suficientemente amplios para permitir la movilización de personas; los túneles son sumamente costosos.  Se estima que los más largos cuestan un poco más de un millón de dólares.  La longitud determina el número de meses de la excavación.  Asombra las facilidades con que están dotados estos túneles, modalidades que contribuyen a una mejor y mayor movilización de la droga: ductos de ventilación, luz eléctrica, rieles en el piso para los trenes de droga y hasta elevadores.  Así mismo, tanto la entrada como la salida de estos túneles están ingeniosamente ocultados.  Están excavados a varios metros de profundidad y los sitios escogidos reflejan un buen conocimiento de la estructura orográfica del lugar pues pocos la presencia de vetas de agua cuya perforación originaría inundaciones o la presencia de enormes rocas cuya perforación retardaría u obstruiría dicha excavación. Así mismo, los túneles son construidos con cierta inclinación que facilitaría su tránsito y los excavan de manera de producir un arco en el techo que proporcionan más consistencias en las paredes del túnel y evitan su desmoronamiento.  Puede que en esto hayan sido afortunados pero también se pudiera pensar que fueron sabiamente planeados y excavados.  Los supertúneles hasta ahora descubiertos fueron excavados para el comercio de drogas, en especial de cocaína. Sólo el utilizado en la fuga de El Chapo Guzmán tuvo un motivo distinto.
                Otro elemento de discusión en este tema es la maneraen que se presume fueron seleccionados los futuros excavadores así como su posterior destino.  Por lo general eran desempleados, gente angustiada por conseguir trabajo.  Una red asociada a los narcotraficantes, existente en los pueblos y ciudades cercanas a la frontera, los  fueron seleccionando.  Les ofrecieron buenos salarios y, al aceptar, los condujeron a los sitios donde se realizaba la excavación.  En dichos sitios les proveían de la alimentación requerida pero no podían salir, se presume, hasta que no se concluyera la obra.  Pero se han descubierto fosas comunes cerca de los túneles por lo que también se presume un  lamentable destino final.
                Uno piensa en el destino inevitable de los narcotraficantes.  Es cierto que llegan a obtener y manejar millones de dólares en ese comercio ilegal, que disfrutan de placeres pero, lamentablemente, este disfrute se hace a escondidas temiendo siempre ser descubiertos y luego apresados. Muchos tienen sus familias, que adoran en el mismo lugar de su operación clandestina y temen por ella.  Es el caso de Pablo Escobar, el célebre narcotraficante de Medellin, muy querido en esta ciudad por la cantidad de obras  que construyó en beneficio de los pobres.  Pero su debilidad eran sus hijos y ello fue la causa de su muerte.
                Uno se queda pensando en el valor de la libertad, de visitar los países que uno quiera, de estar con los amigos, con su familia, etc.  Afortunadamente este tipo de libertad lo disfruta la mayoría de los seres humanos.  Este placer no se lo pueden dar los narcotraficantes



 


martes, 4 de agosto de 2015

Oscar viaja a Caracas

O  S  C  A  R     V  I  A  J  A     A    C  A  R  A  C  A  S

La gente del campo, dicen los citadinos, se acostumbran tanto a ver sus montañas y prados que cuando se alejan de ellos o la necesidad los obliga a vivir en pueblos o ciudades, pasan la vida añorando sus lugares de origen.   Sin embargo, esto es un decir pues algo similar  sucede con los citadinos que se familiarizan tanto a vivir en una ciudad que visitan ocasionalmente (o en vacaciones) las montañas, las playas o los llanos.   Es más, se acostumbran tanto a vivir en su ciudad natal que cuando se ven obligados a residir en otra ciudad del país o del extranjero, viven añorando las particularidades de su ciudad.  Este contrapunto de situaciones viene a colación ahora que asoma a mi memoria las aventuras y desventuras de la historia de Oscar Orozco.
Tanto Oscar como su hermano Camilo provienen de una familia originaria de Amanita, un caserío del Estado Monagas.  Camilo fue el primero que emigró de Amanita y comenzó a laborar como  trabajador doméstico en Carúpano, el puerto más importante del Estado Sucre.  Viajaba dos o tres veces al año a visitar a su familia en Amanita y siempre mostraba nostalgia por este lugar.  En una ocasión se quedó tres meses allí pero la necesidad de trabajar lo hizo retornar a Carúpano.   La causa fundamental del campesino para emigrar es el bajo salario que recibe  en las haciendas.  Por lo demás, predomina el trabajo individual en su conuco o  en un “corte” de maíz, yuca, etc., un trabajo a destajo a un precio acordado con el dueño de un conuco o de una parcela grande.  En sus propios cortes o en los contratados tiene que esperar la cosecha para poder ver el resultado de su trabajo.  Como no tiene quien  lo financie, cuando trabaja en su conuco  generalmente se endeuda para poder sembrar y nadie lo protege contra el mal tiempo  o la excesiva lluvia.  Por eso emigra.
Pero el caso de Oscar es diferente.  Siempre decía que cuando él saliera de Amanita seria para residenciarse en Caracas y sólo regresaría a su pueblo a visitar a su madre.  Cuando tuvo la oportunidad, Oscar se trasladó a Carúpano a laborar como doméstico en la casa de una familia de clase media, pero siempre mantuvo el propósito de vivir en la capital.  En Carúpano, mientras trabajaba, aprendió a manejar y pronto obtuvo su licencia de conducir.  La familia con la cual trabajaba a los pocos años comenzó a desmembrarse: los hijos empezaron a trasladarse a otras ciudades para realizar estudios universitarios.  En esos días a Oscar se le presentó la oportunidad de trabajar en Caracas.  Fue mediante una familia que vivía en la Urbanización La Trinidad  y se hallaba de vacaciones en ese puerto.  La razón de la contratación era que este matrimonio, por razones de trabajo, debía viajar y laborar temporalmente en otras ciudades del país y necesitaba una persona (hombre o mujer) que tuviera licencia de manejar y experiencia en el trabajo doméstico para que cuidara y atendiera a sus dos hijos. 
Oscar aceptó el cargo pero advirtió que tenía poca experiencia en la cocina pero estaba dispuesto a aprender.  Sus patronos,  la Sra.  Rosa y el Sr. Carlos Pineda, conscientes de que hasta ese día les había sido muy difícil encontrar una persona eficiente en ambos oficios para que laborara en su hogar,  pues, por razones económicas, ambos debían trabajar para poder mantener el hogar, no tenían otra alternativa  que aceptar a Oscar y estaban dispuestos a enseñarle. 
Oscar aprendió rápidamente a elaborar los platos que integraban el menú básico requerido y que la señora Rosa le enseñó gustosa.  Como los niños estudiaban en el Colegio Los Arcos, cerca de La Trinidad,  los trasladaba en el auto en la mañana y luego los iba a buscar a las cuatro de la tarde (Ellos almorzaban en el colegio).  Cuando sus padres se hallaban de viaje, luego de regresar  del colegio en la mañana, Oscar procedía a preparar la comida de la cena y para las dos de la tarde ya había terminado; entre dos y tres y media de la tarde descansaba media hora y la hora restante la dedicaba a aprender a leer y escribir.  (La Sra. Rosa lo estaba enseñando y cada vez que se ausentaba le dejaba tareas escritas y de lectura para que practicara).
Oscar se adaptó rápidamente a este hogar y a sus nuevas obligaciones. Por ser un joven honesto y efectivo en su trabajo, era apreciado por todos los miembros de la familia.  En una ocasión el  Sr. Pineda viajó por dos semanas a San Cristóbal y la Sra. Rosa, que no sabía manejar, había decidido tomarse unos días de descanso por lo que, junto con sus hijos y Oscar programó un viaje a la Colonia Tovar.
El viaje era una nueva experiencia para Oscar pues desconocía la carretera y el lugar que visitarían.  También el clima era distinto pues en esa época del año (diciembre) la temperatura en las mañana bajaba hasta cinco grados Celsius.   La Sra. Rosa, que estaba enterada de este problema, tomó sus previsiones del caso, tanto para ella y sus hijos como para Oscar, quien, al no tener la vestimenta apropiada para el lugar que visitarían, le prestó un suéter grueso de su esposo que  a Oscar le quedó a la perfección. Éste decidió no ponérselo en Caracas sino cuando, en el ascenso a la montaña, se viera obligado a utilizarlo.
  Salieron a las siete de la mañana de La Trinidad y como era un sábado no encontraron mucho  tráfico en la ciudad.  Ya a las ocho estaban subiendo hacia El Junquito.  A Oscar le preocupaba la niebla en la carretera que, en ocasiones, era tan espesa que tenía, por precaución, que conducir con mucha lentitud y los faros del auto mantenerlos con las luces altas.  Al llegar a El Junquito, la Sra. Rosa decidió que era mejor detenerse allí para desayunar y luego seguir hacia la Colonia Tovar.  Desayunaron con cachapa con queso y café con leche caliente.  La temperatura estaba a diez grados y Oscar, acostumbrado a la calefacción del auto, rápidamente se puso el suéter para poder soportar el frio existente.
Descansaron un rato y salieron hacia las diez de la mañana hacia la Colonia. Los chicos aprovecharon el descanso para montar un rato a caballo, un servicio que existía en el pueblo para los turistas.  Cuando comenzaron el ascenso, ya el sol tenía tiempo calentando la región y en la carretera se veía ocasionalmente la neblina, aunque ellos se hallaban empezando a subir la montaña.  Era toda una experiencia para el joven chofer: el excesivo frio, el tráfico de vehículos que empezaba a incrementarse en ambas direcciones en una vía estrecha y de constantes curvas.  Ello lo obligaba a ser muy cuidadoso e ir a una velocidad bastante moderada.  Pese a todo, el viaje resultó bastante agradable y para él  muy novedoso.   Al rato vieron un arco sobre la carretera indicando la entrada a la Colonia Tovar.  Oscar respiró, aliviado, creyendo que había llegado.  Sin embargo, todavía faltaba  buen trecho de carretera con excesivas curvas y tráfico en la vía.  Al fin llegaron.
  Al observar el lugar donde se hallaban (una hilera de casas de madera, algunas de dos pisos, todas pintadas con colores sobrios y algo serios y ubicadas ordenadamente a ambos lados de la vía), Oscar tuvo la impresión de que la Colonia Tovar era un pueblo pequeño.  No obstante, lo que él estaba mirando era el centro de un poblado muy peculiar. Esa era la parte del pueblo donde se encontraba el comercio, la iglesia, restaurantes, tiendas y quioscos de frutas, dulces y refrescos. Era el lugar donde llegaban la mayoría de los turistas.  Todo pintoresco y agradable a la vista.  La Colonia Tovar se hallaba en el centro de una naturaleza demasiado quebrada, con innumerables colinas sembradas de hortalizas  y frutas, especialmente fresas.  Para conocer verdaderamente al pueblo tenía que traficar por las innumerables carreteras y caminos rústicos que cruzaban dichas colinas, donde se hallaban los colonos con sus familias y sus sembradíos.  La mayoría de los visitantes se contentaban con llegar a esa parte del pueblo –donde ellos se hallaban en ese momento--  y disfrutar de la agradable temperatura, de los servicios y del comercio así como de lo pintoresco  y tranquilo del lugar.
Oscar  se maravilló con todo lo que veía y  oía sobre los productos y el trabajo de la tierra  e inevitablemente, le entró nostalgia por Amanita.  Claro, no podía compararse este sitio con el suyo, sus pequeños valles, sus lomas, sus ríos y su cálido clima. Pero era el campo, un campo muy peculiar, con gente callada y trabajadora.  Como en Amanita.  Solo que estos   agricultores tenían la posibilidad de sembrar, cosechar y vender su cosecha y con lo obtenido vivir bien y regresar de nuevo a la tierra.  Era un ciclo que pocos cumplían en Amanita por la ausencia de recursos y de organización para vivir de la tierra y no tener que emigrar y buscar la vida en  otros mundos.  Oscar se quedó pensando en la laboriosidad de esta gente  --se hallaban sentados frente a un quiosco disfrutando del paisaje y libando refrescos de frutas--  que vivía de la tierra pero también del aporte de los turistas.  Por supuesto, había muchas cosas que el ignoraba  de la historia de  la Colonia Tovar pero indudablemente era un pueblo digno de admiración.
La Sra. Rosa había hecho reservaciones en el hotel Selva Negra por lo que, después del corto descanso, se dirigieron al hotel a registrarse y posesionarse de sus habitaciones.  Algo que también impresionó a Oscar fue el trato que estaba recibiendo de los Pineda.  Al sentarse a almorzar,   Oscar sintió una mezcla de alivio y admiración al comprobar de nuevo el trato igualitario que recibía de esta familia, especialmente de la Sra. Rosa, quien lo veía como un miembro importante de su grupo familiar y por lo tanto recibía, según él, aquel trato preferencial.
En el hotel, la Sra. Rosa contrató un baquiano que los llevaría a conocer los sembradíos de frutas y otros productos de la tierra además de los diversos asentamientos de los colonos.  Oscar respiró aliviado porque el baquiano tenía una camioneta (donde cupieron todos) y la condujo con maestría por las estrechas carreteras y caminos rústicos que tuvieron que transitar para llegar a los asentamientos.  La excursión, especialmente para los niños y para el mismo Oscar resultó muy interesante e instructiva.  Llegaron anocheciendo al hotel, cansados pero también satisfechos por el paseo.  Esa noche cayeron como plomos en sus respectivas camas y no supieron del mundo hasta bien entrada la mañana del siguiente día.  En la tarde conocieron otros sitios cercanos, entre ellos El Jarillo, donde se maravillaron al observar el desplazamiento de los parapentes entre las colinas que bordeaban al pueblo.
El lunes en la mañana regresaron a Caracas.  El viaje fue bastante  agradable para Oscar aunque siempre manejó con mucho cuidado debido al constante tráfico de vehículos que encontró en el descenso.  Oscar siempre recordaría este viaje que le posibilitó conocer mejor a la familia que servía y le permitía ver con más tranquilidad su futuro en la capital.  Meses después, el joven no sólo logró dominar la escritura y la lectura sino que, animado por la Sra. Rosa, completó sus estudios de Educación Primaria.  Con los años pudo conocer mejor a Caracas y las ciudades cercanas.  También tuvo la maravillosa experiencia de conocer el Litoral Varguense  y transitar por la Autopista Caracas-La Guaira y bajar hasta Maiquetía en solo 17 minutos desde casi mil metros de altura (Caracas se encuentra a 912 metros sobre el nivel del mar).  Esa vez disfrutaron de la playa de Macuto pero en viajes sucesivos se bañaron en Caraballeda, Naiguatá y Los Caracas.
Esa tarde, mientras limpiaba y lustraba el auto de la familia, Oscar se quedó pensando en su futuro.  Llevaba diez años viviendo con una familia estupenda.  Los hijos, Carlos y Dolores, pronto serian bachilleres e ingresarían a la universidad.  El Sr. Pineda estaba pensando en retirarse o por lo menos cambiar los viajes  por un trabajo permanente en la ciudad.  La Sra. Rosa había decidido no trabajar más y se retiraría el año siguiente.  Y él, ¿seguiría allí?  Oscar había pensado largamente en este asunto.  Había viajado varias veces a Amanita y llevado regalos a su madre y sus hermanos.  Le giraba frecuentemente dinero a su mamá y había decidido que en el diciembre de ese año pasaría una semana en Amanita.  Había logrado la licencia para manejar camiones y tenía la intención de manejar estos vehículos en el comercio de mercancías entre Caracas y el interior del país.

Esa noche habló con los Pinedas para plantearles la necesidad de ver cumplido su sueño.