martes, 28 de octubre de 2014

PEÑAS Y COLECCIONISTAS MUSICALES





                   PEÑAS Y COLECCIONISTAS MUSICALES
El coleccionar  música es  una actividad más individual que colectiva aunque ambos esfuerzos aportan matices y una rica información musical.  El coleccionista individual  es más común pues actúa de acuerdo a sus propias inquietudes y en ningún caso considera que su actividad va a ser condicionada o cuestionada, acción que si podría vislumbrarse cuando la actividad es grupal.  La labor investigativa que he hecho en el campo musical en los últimos años me ha llevado  a relacionarme con unos y otros pero indudablemente he tenido más contacto con los coleccionistas individuales.
         La mayoría de los coleccionistas musicales se han iniciado en esta actividad por su amor a  la música popular.  De los que conozco pocos se iniciaron en su juventud.  Creo que el patrón predominante es el de los que comienzan después de haber cumplido los 40 años y entonces esta dedicación es considerada como una actividad secundaria pues se realiza a  manera de distracción.  Al persistir en ella y aumentar su dedicación, llega a convertirse en una actividad primaria cuando, pasados los 60 años, el individuo está jubilado o pensionado.  Conozco a muchos en la región capital que aunque trabajan en una oficina cualquiera,  dirigen sus energías e intereses a indagar sobre artistas o grupos orquestales nacionales o extranjeros adquiriendo discos –muchos de ellos “rara avis” que poco circulan en el mercado--  para completar o enriquecer su  discoteca particular.  También entre ellos es frecuente el trueque de discos e información con otros coleccionistas y lo que es más común, para no arriesgar la  pérdida del disco original, graban su contenido en un cassette y éste lo utilizan en el trueque.  Pero como obedecen a intereses muy particulares pocos en este arte, pocos optan por reunirse en una asociación con este propósito. 
         No obstante, algunos  prefieren mantener relaciones más o menos frecuentes con otros coleccionistas con la intención de intercambiar información.  Un grupo con estas características se reúne con cierta frecuencia (por lo general los sábados al mediodía) en el establecimiento disquero “Comercial Carrillo”, ubicado en la Avenida Urdaneta, cerca del  Distribuidor San Bernardino (Caracas).  A veces intercambian discos o cassettes grabados sobre un determinado artista o grupo musical.  Otras, algún contertulio aporta información poco conocido sobre un determinado artista u orquesta o sugiere comentar el acontecimiento musical del momento.   La  conversación termina con frecuencia en el análisis de un determinado artista o grupo musical  y aquellos que no poseen información (o tienen poca) sobre el mismo terminan comprometiendo al contertulio que si la tiene para que lo provea con una cinta grabada o uno o varios discos sobre el artista o grupo musical en cuestión.  Por supuesto esto significa que el que solicita aportará algo como trueque en la próxima reunión.  Pocas veces, aunque puede darse el caso, se produce una venta pero lo más  frecuente es que se produzca un intercambio de discos o cassettes.  En ocasiones la conversación gira sobre un acontecimiento musical de cierta relevancia del pasado y esto aflora la nostalgia en los contertulios y la referencia  a lo que ellos hacían en esa ocasión o aparecen comentarios inéditos relacionados con dicho suceso.  Es frecuente que estas personas posean discografías completas sobre un determinado cantante u orquesta.  También hay artistas que gozan de la preferencia de la mayoría de este grupo de coleccionistas: ellos son, entre otros, Billo Frómeta o Alfredo Sadel.  Sin embargo, lo más importante, en mi opinión, de este grupo informal de coleccionistas (no actúan como una organización formal con reglas y condiciones, sólo los une el ser coleccionistas de música) es que mantienen una relación más o menos constante, aunque vivan en  sitios diversos de la geografía regional, que enriquece sus vidas y sus nexos de amistad.
         Algunos coleccionistas musicales poseen discotecas extremadamente surtidas y variadas que tienen un valor incalculable en dinero.  Conocí en Barquisimeto al Dr. Mario Batista, un profesor universitario jubilado que posee una discoteca de estas dimensiones.  Está tan bien surtida que ésta nutre un programa semanal  que este coleccionista mantiene en Radio Barquisimeto, los sábados, de una hora de duración donde comenta lo memorable de la música y se oyen discos de artistas nacionales y extranjeros –por lo general, del continente americano--, contesta llamadas telefónicas sobre los mismos, refiere anécdotas poco conocidas sobre dichos artistas o las grabaciones escuchadas.  Es tal la versatilidad de este coleccionista, --apoyado en esta minuciosa labor por su esposa Nancy--  que cuando lo visité por primera vez  en 1997, que conociendo mi admiración por el cantante de boleros de la Billo´s Caracas Boys, Miguel Briceño, me regaló un cassette con todos los boleros que este cantante grabara con dicha orquesta.  En esa oportunidad me hallaba en plena  investigación  sobre Billo Frómeta, investigación que produjo la publicación al año siguiente de mi libro sobre este músico quisqueyano.  Intercambiamos información.  Me proporcionó un listado de las grabaciones que hiciera la Billo´s Caracas Boys, la cual fue cotejada con la información que ya poseía y suministrada en su mayoría por coleccionista de la capital.  Mi sorpresa mayúscula se produjo cuando en 1999 lo visité buscando información sobre  la discografía de Luis Alfonzo Larrain, conocido en Venezuela como El Mago de la Música Bailable.  Pues bien, Batista la tenía casi completa (le faltaban tres o cuatro discos de 78 r.p.m.  que aparentemente no se consiguen en el mercado).  Por supuesto que me suministró el listado de estas grabaciones (títulos, cantantes, autores de las composiciones y sellos disqueros) información que se incluyó en el libro que sobre este músico estaba preparando en esos días.
         En cuanto a las asociaciones o coleccionistas  musicales   agrupados  son, como ya mencioné, menos frecuentes.  Algunas veces aparecen ligadas a otras actividades, también musicales, con la finalidad de proporcionarle constancia y permanencia a la asociación.  Es el caso de las peñas tangueras, muy comunes en nuestra nación, las cuales se iniciaron como consecuencia de la euforia musical que dejó Carlos Gardel a su paso por Caracas en 1935.  Por supuesto que existen coleccionistas de tangos que actúan en Caracas y otras ciudades del país, pero estas peñas sirven como factor aglutinante, como centro de reunión de estos coleccionistas. También estas peñas –que funcionan como establecimientos legales--, presentan espectáculos con artistas venezolanos y extranjeros que expresan su culto a la música rioplatense.  Otra peña de que tengo noticia pero un poco diferente de la anterior, con cierta permanencia en el tiempo, es la “Babalú Aye”, ubicada en Barquisimeto, donde se agrupan coleccionistas dedicados a la variada música popular de Latinoamérica.  Esta peña  celebró con una reunión y un baile en el Hotel Prince de Barquisimeto los 20 años de su fundación.  En esa ocasión varios coleccionistas disertaron brevemente –exposiciones de diez minutos cada una--  sobre los diversos géneros musicales populares.  Como invitado especial se me pidió que dijera algunas palabras  y les hablé sucintamente sobre el proceso de creación de mi libro sobre Billo Frómeta y los problemas que existen con la edición de este tipo de libro en nuestro país.  Después de las disertaciones, se produjo el baile  que se extendió hasta horas de la madrugada.
         ¡Bienvenidas, pues, estas inquietudes individuales o grupales así como todas aquellas que contribuyan  a la divulgación de la música!!           











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