domingo, 5 de octubre de 2014

Un paseo a Mochima



                                                              U N  P A S E O   A   M O C H I M A

La costa quebrada del Estado Sucre es muy singular por su naturaleza indómita y aún en nuestros días se niega a entregarse por completo a sus habitantes y mucho menos, por supuesto, a los turistas que la invaden en cualquier época del año.  Si la travesía es en automóvil, encontramos, luego de dejar el bullicioso y siempre convulsionado Puerto La  Cruz, una carretera que sube por las laderas de la Cordillera de la Costa observando siempre la majestad y belleza del mar que se extiende sereno y poderoso en la lejanía que se proyecta delante de nosotros.  La costa quebrada muestra la imagen de ensenadas protegidas por inmensos farallones que se precipitan al agua serena y a la vez temida –uno piensa en la abundancia de una vida marina que  se esconde tras esa imagen quieta del agua, vida que puede ser pasiva como los corales o temida como los tiburones--, prevalece  una sinuosidad costeña que se repite junto a las islas de variadas formas, en un paisaje de inusitada belleza que forma la bahía de Mochima. Es un paisaje sorprendente, lo único que queda de un pasado evidentemente tormentoso que formó al continente.  En otras palabras, la actual estampa pacífica de un pasado aluvional.
            La carretera se empina, culebrea por los costados de las colinas verdosas que, pese a la relativa soledad del paraje, muestra las huellas del  hacer humano: una casita casi escondida en la muralla del cerro, otra encaramada cerca de carretera, un negocio de venta de comida al borde de la vía: todo como una muestra de la vida en el trópico donde el hombre poco le teme a la naturaleza: cuatro palos que sostienen con firmeza un techo de zinc y debajo un caldero hirviente donde se cuecen las empanadas hasta quedar doraditas y listas para comer.  Una precaria mesa con un mantel de hule donde se encuentra la masa lista para preparar el alimento.  La mujer toma un pedazo de masa y le proporciona con las manos   una forma circular; luego la esparce sobre un paño húmedo sobre la mesa y le agrega el ingrediente de turno: carne, queso rallado, cazón, etc.; dobla la mitad del círculo y le da forma a  la empanada quitándole la masa que sobra antes de echarla al caldero.  Con un instrumento (al cual todavía no se le  ha inventado un nombre) de alambre sólido, enrollado en un extremo como mango, que se protege con un trapo para no quemarse, y en el otro, en forma de gancho con el que sacan las empanadas del hirviente caldero y se depositan en otro envase a refrescarse hasta que estén lista para ser engullidas por el cliente.
           Uno hace un alto en el camino para disfrutar la deliciosa empanada y luego continúa el ascenso de la montaña por la sinuosa carretera..  Es cuando surge, curiosa, la pregunta: ¿por qué construyeron esta vía trepando la montaña si los sitios a donde la gente se dirige se hallan cercanos a la orilla del mar?  ¿por qué no la hicieron  a ese nivel?  Lo cierto que en esta costa los poblados se encuentran al nivel del mar y no en el tope de la montaña.  Es una interrogante que se deja para ser investigada posteriormente aun cuando poco se vislumbra  una acertada respuesta.
            La costa de Sucre, como toda costa montañosa, tienen muchas ensenadas que, cuando se alargan se convierten en hermosas playas.  Muchas de ellas ya tienen nombres famosos y se han convertido en escenarios de reuniones familiares: Arapo, Arapito, Playa Colorada, Mochima y muchas  otras menos famosas pero  siempre agradables para pasar un rato inmerso en el mar.  Lo malo es que muchos usuarios no se contentan con disfrutar de estas playas sino, por la carencia de hábitos saludables, contribuyen a su deterioro.  Por ejemplo, Playa Colorada, que es tranquila, llana y agradable para estar, quizás una de las mejores playas del oriente del país, pudo haber sido un buen centro turístico pero ahora está poblada de ranchos que le proporcionan un poco atractivo aspecto que  aleja a los turistas.  Yo cono í a Playa Colorada hace más de cuarenta años y entonces, por su belleza, comodidad y otras atracciones,  vaticiné que se convertiría con los años en un centro turístico moderno con servicios eficientes para los visitantes  y turistas.  Vana ilusión.
            Más adelante, al llegar casi al tope de la montaña, antes de comenzar el descenso de la vía hacia Cumaná, la capital de Sucre, se encuentra la entrada hacia el pueblo de Mochima.  En dicha entrada existe una aglomeración de kioskos, limpios, bien atendidos, donde la empanada predomina como el más atractivo y favorecido convite.  Como funciona como una encrucijada para los viajeros del oriente y sur del país, así como para los turistas en general,  se halla casi siempre asediado por gente deseosa de un refrigerio,  de comer o de un respiro.  El sitio, pese a los años de ser fundado, todavía se mantiene limpio y eficiente en el servicio lo que incita a volver a visitarlo.
            La bajada hacia Mochima se realiza por una carretera algo estrecha pero
Suficientemente holgada para permitir un descenso seguro,  Además, se halla bien mantenida..  A medida que el auto baja se muestra la inmensa y bella bahía de Mochima, un trozo de mar amplio y tranquilo, con muchas islas a los lados que fungen como escudo protector de vientos fuertes y huracanados.  Todas las islas tienen riberas que se transforman en playas,  las más amplias de las cuales se han convertido en balnearios públicos: Playa Blanca, Las Meritas, La Gabarra y Manare.  La más popular es Playa Blanca, la cual posee servicios de comidas y bebidas bastante aceptables durante toda la semana. En los otros sitios el servicio ofrecido no es tan eficiente por lo que muchos usuarios llevan provisiones desde tierra firme.
            Mochima es un lugar bellísimo, con un mar tranquilo, con playas llanas y transparentes que se pueden visitar en cualquier época del año, así llueva en la bahía.  Es un centro turístico por excelencia, sólo comparable con las playas de Morrocoy en el Estado Falcón y con el archipiélago Los Roques al norte del país.  A este balneario se llega por mar (son muchas las lanchas de diversos tamaños ancladas cerca de sus playas) y por tierra, la vía más utilizada por los turistas. (La vía aérea aún no ha sido instaurada pero por la relativa tranquilidad de la bahía podría ser desarrollada en el futuro).
           Los nativos de Mochima han cobrado consciencia del rango de centro turístico del lugar pues de una ranchería de pescadores que fue en sus inicios se ha convertido en un pueblo de servicios al turismo que crece cada año.  Sus habitantes están tan conscientes de su rol y se han organizado para prestar un servicio aceptable en el lugar.  Además, han establecido un sistema de contribución para los que llegan al pueblo que no es obligatorio y el monto aportado es fijado por la conciencia del visitante, que casi siempre se estimula favorablemente por  las mejoras en los servicios que observan en el pueblo.

                         

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