lunes, 8 de junio de 2015

U N D I A D E P L A Y A




                                                Á       U  N    D  I  A    D  E    P  L  A  Y  A                    
               
                               Hoy es un día esplendoroso con mucha brisa y el sol brillando a todo dar y con escasa nubosidad.  Un día ideal para una visita a la playa.  Como toda la familia va a ir a la playa yo, como en los viejos  tiempos, también me preparo: tomo mi traje de baño, mi cachucha para protegerme del sol y mi paño de mota para secarme al salir del mar.  Mientras espero la partida, observo como mi hijo coloca en el baúl de su auto los refrescos que consumiremos, la hielera a la cual proveerá de hielo en el supermercado y será cuando le meterá los refrescos para que se enfríen antes de consumirlos en la playa.  También meterá la botella de wiskey y los vasos de plástico.  Si es posible o lo encontramos en nuestro viaje a la playa, comprara una o dos botellas de agua de coco pues el wiskey sabe mejor con el que entoncesla.  Sandra, la esposa, se preocupará porque mis nietos lleven su  indumentaria apropiada para el disfrute del día  cerca del mar, además de los sándwiches y la comida adicional que la familia comerá durante  o después del baño.
            Es todo un proceso y cada quien vela por cumplir la parte de la responsabilidad que  le corresponde para que  todo salga a  pedir de boca y todos disfruten lo mejor del día: la estadía en la playa.  Como yo realicé esos mismos pasos cuando mis hijos eran pequeños, lo que me queda es observar que otros trabajen pues ya ejecuté trances similares  y ahora lo que me toca es disfrutar el momento. Mi esposa también hizo entonces lo  suyo y por eso, como yo, observa el trajín que le hace recordar tiempos pasados.
            Esto me hace evocar la época de mi niñez.  Como nací en un pueblo costeño del oriente de mi país, allí el disfrute de los baños de  mar que entonces eran casi la única distracción.  Por supuesto, fuera de las navidades y las celebraciones del patrono del pueblo.  Por eso, mientras estábamos en la escuela, ansiábamos la llegada del domingo para disfrutar de la playa. Sin embargo, practicábamos varios   tipos de juegos.  Algunos de mis amigos tenían su tacarigua, es decir, una especie de tabla bastante gruesa, con su punta adelante, tipo proa, y su corte claro atrás, como la popa de una lancha, hecho de una madera fofa, bastante liviana, que los indios de la región, en su época, denominaron “tacarigua” y de allí salió el nombre de esa especie de tabla burda, preparada a puro esfuerzo con una navaja o machete tocón, de uno a dos metros de largo, que los chicos de entonces usaban para nadar y divertirse en el mar.  Los que no teníamos tacariguas, que éramos los más, jugábamos a la pelota, al escondite o a cualquier juego que inventábamos para pasar el rato en la playa. O hacíamos competencia de natación para ver quién llegaba primero a la balandra que estaba anclada en el puerto.  O pasábamos el rato conversando con las muchachas que también se animaban a disfrutar del mar….

            Ahora es otro tiempo, con costumbres muy distintas, en especial en un país diferente.  Mi hijo vive en Miami desde hace varios años.  Mi señora y yo con frecuencia visitamos a él y su familia.  Hoy nos toca ir a la playa.  Pero el comportamiento en la playa ha cambiado. Aquí la gente va a la playa no a bañarse como lo hacíamos nosotros años atrás y a todavía se estila en las principales playas de mi país: a bañarse.  Cada vez que voy a la playa en este lugar  observo la misma conducta: en esta región (y supongo en  el resto del país donde haya playas), la gente utiliza la playa para todo menos para bañarse. La mayoría se ubican en sillas de playa, bajo una sombrilla y se dedican a conversar mientras se embadurnan el cuerpo con aceites o cremas para protegerse del sol o impedir que no se doren mucho.  En eso se pasan un buen  rato o hasta todo el día en la playa: comiendo, bebiendo y hablando.  ¡Pero son muy pocos los se meten en el mar a disfrutar del agua!!

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