UN RESPONSO MUSICAL PARA CHUCHO
SANOJA
De seguidas un escrito que hice años atrás luego del
fallecimiento de este insigne músico popular un 11 de diciembre:
El estupendo director y compositor de
música popular, Jesús Chucho Sanoja, productor del maravilloso sonido combinado
de la flauta y del saxo barítono, fue
uno de los paradigmas de la rica década de los 50, extraordinaria productora de
música caribeña. Sanoja con su popular
orquesta, fue una de las estrellas refulgentes del ambiente de música popular
venezolano del siglo XX y formó parte del maravilloso cuarteto de músicos
populares junto con Luis Alfonzo
Larrain, Aldemaro Romero y Billo Frómeta, que constituyó el aporte de nuestro
país al enriquecimiento de la música del Caribe.
Chucho Sanoja era caraqueño. Nació el
23 de septiembre de 1926 en una modesta casa ubicada en la esquina de Paradero,
en el casco histórico de la ciudad.
Desde muy pequeño mostró interés por la música y a ello contribuyó la
presencia de un piano que un vecino comprara en el Almacén Americano. El vecino falleció a los pocos meses de la
compra por lo que el padre de Sanoja decidió adquirir el piano abonando Bs.
500.oo a la esposa del difunto y Bs. 50.oo mensuales al mencionado almacén
hasta su total cancelación. El pequeño
Jesús tuvo su profesora de piano (una organista de la iglesia de los
Salesianos) y ya a los nueve años conocía la teoría musical y dominaba al
instrumento. A los trece años entró en
contacto con Benito Canónico –el conocido
autor del merengue El Totumo de
Guarenas—y formó parte del conjunto de este músico donde tocaba los
timbales el “Chino” Canónico, gloria del VII Campeonato Mundial de Beisbol
Amateur que Venezuela ganara en 1941 en
La Habana.
En más de una ocasión el joven Sanoja fue llamado a actuar como pianista con
los músicos “Vente tú”, músicos desocupados así llamados por el pueblo, que se reunían en la esquina de La Torre y
eran contratados para tocar generalmente en fiestas familiares y en centros de
baile de la época. El que los contrataba
(también músico) formaba un conjunto de cinco o seis instrumentistas (batería,
bajo, trompetas y ocasionalmente un piano) para amenizar dichas reuniones por una módica suma de Bs. 160.oo. Uno de los
que lo contrataba con mayor frecuencia era el músico Balbino García, autor del merengue El Chivo (“Mataron al chivo y se lo
comieron… déjamelo ver, déjamelo ver, déjamelo ver…).
En la década de los 40 Chucho Sanoja
actuó como pianista en la radio caraqueña, que entonces atravesaba un período de constante crecimiento. Trabajó como tal en el célebre programa Cada
minuto una estrella, en Radio Libertador y en Radio Tropical cuando
actuaba en el mismo el célebre Amador Bendayán, primero como locutor y luego
como animador. A los 16 años ingresó como pianista a la Orquesta Sonora
Caracas y posteriormente a la Orquesta de los Hermanos Belisario. Ya para los años 1944-45 formaba parte de la
Orquesta de Luis Alfonzo Larrain y fue alumno, junto con Aldemaro Romero, del
arreglista de esa organización musical, José Pérez Figueras, y de quien obtuvo
las enseñanzas requeridas para convertirse en un buen arreglista. Otro de sus maestros fue Leonardo Pedroza,
dueño de la Orquesta Leonard Melody, de quien Sanoja obtuvo todo lo necesario
para organizar y dirigir un grupo musical con eficiencia.
Sanoja entonces hizo varios arreglos
para el grupo musical de Luis Alfonzo Larrain, compuso el bolero Campesina, y lo arregló para esta
orquesta y también para la Billo´s Caracas Boys. A esta última le hizo el arreglo de Cumaná, el famoso bolero de Freddy
Coronado. Por cierto hay una anécdota de
esta época que nos contara Sanoja. Cuando actuaba con la Orquesta de Filo Rodríguez en el Club
Yumurí del centro de Caracas, en plena Revolución de Octubre, entró al club un
grupo de personas con fusiles que habían tomado en el Cuartel San Carlos y
dejaron allí de 15 a 20 fusiles recostados
en la pared detrás del piano. Al
mes entró al Yumurí la Guardia Nacional buscando los fusiles y los encontró en
el mismo sitio…
Tuvimos la oportunidad de conversar
en 1997 con este notable músico popular sobre la década de los años 50. En efecto, esta década posee particular
trascendencia en la música popular bailable al ser escenario de grandes
acontecimientos que marcaron el maravilloso desarrollo de la música
caribeña. Por una parte, desaparecieron
notables orquestas como la Casino de la Playa y la de Rafael Muñoz, cuyos aportes
en ritmos y sonidos dejaron sus huellas en los músicos de la región; por la
otra, se consolidaron conjuntos como la Sonora Matancera (Cuba), la Orquesta de
Luis Alcaraz (México) y apareció la Orquesta de Dámaso Pérez Prado. También aparecieron nuevos ritmos como el
chachachá, el mambo, la charanga, entre otros.
En Venezuela desaparecería la Orquesta de Luis Alfonzo Larrain (aunque
tuvo una fugaz aparición en 1958), de grata recordación. La Billo´s Caracas Boys llegaría a su máxima
expresión musical, Aldemaro Romero y Chucho Sanoja organizarían sus propias
orquestas y actuarían en diversos escenarios del país. Fue una época también de bohemia para
nuestros músicos. Nos contaba Sanoja
–que en su vida nunca fumó, bebía poco y confesaba que su vicio eran las
mujeres-- que a veces, luego de su
actuación en diversos establecimientos, los músicos se reunían en un sitio
nocturno a cantar y bailar con acompañamiento femenino y sólo la salida del sol
marcaba la despedida. Por lo general,
pagaban mediante contribución de todos, lo que consumían. Afuera lo
esperaba Isidoro y su famoso coche que por Bs. 2.50 los llevaba a sus
respectivos hogares…
Actuación y Producción Musical
En 1951 Sanoja actuaba con su
conjunto musical en el Plaza Club (que se hallaba en El Paraiso) y tenía a Alci
Sánchez como vocslista. A este
establecimiento iba con frecuencia el pintor Tomás Golding y pedía al conjunto que le tocara el bolero Perfidia.
Este artista solía pagar sus tragos con sus cuadros (paisajes y
naturalezas muertas) y fueron muchos los cuadros que llegaron a adornar y
embellecer los salones de este club. En
el Plaza Club Sanoja entabló amistad con
Billo Frómeta, quien solía asistir a escuchar a estos artistas y ver que melodías nuevas traían para luego
incorporarlas a su orquesta.
En 1953 el periodista Arístides
Borrego le propuso a Sanoja que actuara en el Canal 5, la recién inaugurada
televisión venezolana. Allí lo vio y
escuchó Veloz Mancera, directivo de Televisa, quien luego lo contrataría
siempre que incorporara a su orquesta unos violines. Así lo hizo Sanoja: ensayó su nuevo grupo y
actuó en el programa de las doce meridiem que Televisa tenía para hacerle la
competencia al Show de Vìctor Saume de RCTV.
Alberto Beltrán, el famoso negrito del Batey, trabajó durante un año con
este nuevo grupo de Sanoja.
Posteriormente RCTV lo contrató.
En este canal trabajó durante 12 años en el Show de Renny, la Canción
Palmolive y el Show de Big Ben. En este período Paula Bellini cantó con su
grupo. Quizás el momento apoteósico lo
vivió Chucho Sanoja con su música en sus célebres actuaciones, junto con Aldemaro Romero y su orquesta, en el Hotel
Avila en esos memorables años 50. Allí
llegó también al máximo de su popularidad, particularmente en los bailes de
carnaval (el slogan “¡En El Avila es la cosa!” se puso entonces de moda). Fue la época del comienzo del éxito de sus
grabaciones. En esos años Caraballo
Gramcko (autor del elepé “Paula” con la Billo´s Caracas boys) se empeñó en
grabar con Sanoja. Éste, debido a su
compromiso con Discomoda, aceptó finalmente pero con la condición de que el
disco saliera al mercado con el nombre de su hermano (también músico) Tomás
(Tommy) Sanoja. La grabación resultó ser
todo un éxito de popularidad y ventas pues además actuó Kiko Mendive, quien
acababa de llegar a Caracas procedente de Argentina.
En 1962 Sanoja tocó con su orquesta
en Ciudad de México. Antes de irse grabó y envió un mosaico con sus principales
éxitos para que lo promovieran antes de su llegada, algo que estilaban los
músicos de la época. También visitó a España con su grupo musical.
En 1963 el guarachero Víctor Pérez se
incorporó a su orquesta y en ella permaneció durante cuatro años. (De aquí
saldría para formar la Orquesta Sans
Souci). Grabaron varios elepés. El primero contenía El profesor Ruirua, Magia Blanca, Camarones y mamoncillos, La gorda, El
tiburón, etc. En 1964, para el sello
Palacios, grabó Sanoja y su grupo un elepé (por un lado) en combinación con
Tito Rodríguez y su Orquesta (por el otro).
Fue una grabación en vivo realizada en el Hotel El Avila. En 1965 grabó el “Mosaico 65” con Víctor
Pérez (El tumbaito, Los pollitos, Mambrú
se fue a la guerra, Anabacoa, Los componedores). Por cierto que Sanoja grabó varios mosaicos
los cuales nunca enumeró y aparecieron en diversos elepés en los años 50 y
60. En total fueron siete mosaicos. El primero lo llamó Mosaico cubano. A fines de
los años 60, algo cansado, Chucho Sanoja desbandó su orquesta. Regresó con nuevos bríos en 1975 y grabó un
elepé con Daniel Montes de Oca y Chico Salas, entre otros cantantes. En 1976 grabó su último elepé en el cual
cantó también Víctor Pérez. Después se
retiró definitivamente de los grupos orquestales y se dedicó a trabajar en el
sector publicitario creando infinidad de jingles.
Además de arreglista, Sanoja fue un
insigne compositor. En adición al bolero
Campesina (ya citado), compuso
también las canciones En la soledad,
Magia blanca, Dime, Te puedo alcanzar, Maracaibo, Aunque parezca inútil, etc. También popularizó muchas composiciones de
autores latinoamericanos. Entre ellas, Lamento
náufrago, del compositor colombiano P. Campos.
Destacaba la Orquesta de Chucho Sanoja por su peculiar
sonido al combinar el saxo barítono con
la flauta. También sobresalió al
incorporar a la orquesta los violines, el vibráfono y la guitarra
eléctrica. Grabó mas de 30 elepés. Sanoja también fue gremialista. Fue uno de los fundadores de la Asociación
Musical del Distrito Federal y Estado Miranda (década de los 40) y de la
Asociación De Autores y Compositores de Venezuela, SACVEN (década de los 50).
Jesús “Chucho” Sanoja se casó cinco
veces. Dejó ocho hijos y 17 nietos. El pasado 11 de diciembre nos dio el adiós
definitivo luego de padecer durante más de un mes de un colapso cardiovascular.
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