miércoles, 1 de julio de 2020

¿COMIENZOS DE UNA NOVELA DE UN PUEBLO DEL ORIENTE?




                                                              --  U N O  --

                   Montañez miró hacia el magnífico árbol que anualmente producía sabrosos y colorídos mangos "dulces como la miel", según le comentara un día el abuelo José del Carmen,  al observar que todas las mañanas se quedaba un rato observando el árbol que crecía y se espigaba en el espacio mientras obsequiaba a la familia sus sabrosos frutos amarillos.  No sabía que fue el viejo Mejías, su tatarauelo, el fundador de esa casta familiar de Chamberí, casta que se establecería y andaría por buena parte del mundo entonces conocido pero que él nunca pensó a imaginar siquiera, pues su preocupación era construir una vivienda para su mujer y sus hijos.  Montañez nunca supo tampoco que fue Mejías el que plantó ese árbol así como todos los otros  árboles frutales (mangos, ciruelas, cerezas, nísperos, jovitos de río, etc.) de esa propiedad y los regó diariamente en el amplio patio que se extendía hasta colindar con el rio Nivaldo  y lo hizo hasta el día en que murió.
          Mejías era uno de los dos faroleros del pueblo a quienes la alcaldía pagaba dos pesos diarios por su labor a partir de las siete de la noche hasta el amanecer del siguiente día, por el alumbrado y su mantenimiento.  Mejías se encargaba del encendido y cuido de los faroles de la plaza  Bolívar y los ubicados en la Avenida Bermúdez, calles aledañas y del puerto; el otro farolero, llamado simplemente Matías, se encargaba del encendido y cuido de los faroles ubicados al norte en dirección a la salida del pueblo hacia el campo y sus haciendas.  cuando la alcaldía no tenía dinero para el pago diario del jornal los iba acumulando hasta finalmente cancelarlos con terrenos de los ejidos que el cabildo poseía en el perímetro de Nivaldo.  Cuando el cabildo le entregó las escritura de la ´propiedad en la calle Chamberí, esta tenía 30 metros de ancho y terminaba en línea recta en el río Nivaldo.
          Allí comenzó a cercar los linderos y luego a levantar poco a poco una ranchería. Dentro de ella lo primero que construyó fue un establo para su caballo --que este poco utilizó pues moriría a los pocos meses de mudado-- pero que luego Mejías acondicionaría como su dormitorio pues allí colocaría su chinchorro. La ranchería  fue convirtiéndose en la vivienda que prometiera a su mujer con paredes de adobes y techos de  cañabrava y tejas: un espacio desde la calle para la entrada y la futura sala con habitación  y otro espacio adicional para el comedor y la cocina.  Al principio Mejías dormía en su chinchorro en el establo cerca de la rústica entrada a su propiedad, entonces la puerta estaba formada por tablas superpuestas y una tosca tranca que colocaba todas las noches y retiraba en las mañanas










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