jueves, 10 de octubre de 2019

NO SABES CUANTO TE QUIERO --Cuento





          La vio venir por acera opuesta de la calle y jamás imaginó que pronto caería en sus redes o entrara en una obsesión por sus ojos negros.  El día estaba claro y no aparecían vestigios de la tormenta que horas después caería sobre el pueblo y sus alrededores: sería el anuncio de una serie de chaparrones que caerían en la comarca y harían temer una desolación persistente que traerían las inundaciones de los rios de la región lo que significaba (0 hacía presumir) futuras tragedias y muertes entre las familias del pueblo.
          Rosario era ahora una linda joven que había estudiado educación primaria conmigo en la Escuela Rafael Urdaneta de mi barrio.  En esa época era una muchacha algo triste, preocupada por las muñecas y que siempre manifestaba su deseo de estudiar en la Escuela Normal del Estado Sucre,en Cumaná , la capital del Estado, cuando ella culminara su bachillerato.  Yo, como poco creía en la realización de los sueños infantiles, me reía de ella al extremo de enfurecerla y lograr que se molestara conmigo  --lo cual era entonces mi propósito pues no cejaba hasta que la hacía llorar,  que abandonara el recreo y buscara amparo en el salón del tercer grado donde los dos estudiábamos.
          Ahora, veinte años después, yo había regresado al pueblo, un poco golpeado por la vida, tal vez buscando el refugio y aliento de los amigos, pues no había concluido mis estudios de profesorado de Educación pues el Gobierno, por razones políticas (yo era miembro del partido opuesto al que entonces mandaba en el país y me había convertido en un crítico acerbo de sus malas políticas, por tener resultados negativos para el país, Siempre había temido esta represalia y finalmente llegó.  Por eso pensé en mi pueblo y busqué en el recuerdo de los buenos tiempos de mi infancia, un refugio pero también la inspiración para superar esta situación.
          Pero Rosario había sido más afortunada que yo pues había culminado su sueño de estudiar en la Escuela Normal del Estado, se había gradudo el año pasado y ahora estaba laborando como maestra de segundo grado de nuestro pueblo. Noches atrás había tenido la oprtunidad de encontrarme con Rosario en la Plaza Bolívar de nuestro pueblo y me sorprendió conversar con una joven de ojos negros saltones y una sonrisa dulce y atractiva.
--¿Tú no eres Rosario, la muchacha algo triste que estudió conmigo en tercer grado? --le pregunté algo ruborizado por haberla interrumpido en su lectura en un banco de la plaza y esperando un lógico rechazo.
--La misma que viste y calza, como diría mi abuela ... ¿Y tú no eres Roberto, el muchacho imprudente y malo que me hizo llorar más de una vez? --le ripostó la joven con una sonrisa de abierta acogida tanto al nada agradable recuerdo  y de bienvenida al osado preguntón.
--¡Claro tenías que ser tú, todavía conservas el orificio en el cachete cuando sonries, que crecía cuando lanzabas la gran carcajada ... Es tu signo identificatorio, no hay lugar a dudas ...
--Bueno, no sé si eso me identifica tanto como tú lo expresas, pero si, sigue gustando reirme pues eso me permite disfrutar la vida ...
--Bien, ¿que me cuentas? ¿Qué has hecho?
--Pues ... culminé mi sueño al graduarme de maesta en la Escuela Normal del Estado y este año comencé a trabajar en mi pueblo como maestra de segundo grado.  Y tú, ¿Qué cuentas?
--Desilución. Me inscribí en el Pedagógico de Caracas para estudia profesorado en Educación pero como soy también político, pero opuesto al gobierno actual, perdí la beca  del Ministerio de Educación por represalia por criticar al gobierno ... así de sencillo y en pocas palabras ...
          Desde ese día nos vimos con frecuencia en la plaza adonde acudíamos, yo a descansar del trabajo de la empresa donde lo hacía como oficinista, ella de las labores de la escuela y a respirar el aire agradable de la noche.  Poco a poco fuimos cultivando una amistad que se fue transformando en un deseo de verse todos los días y a los meses se transformó en un deseo de convivencia mutuo, en algo que con frecuencia se llama amor.  Rosario parecía ser la chica que me convenía, que podría llegar a ser mi esposa, pero en esos días yo tenía otras inquietudes fundamentalmente políticas.  Además, era joven y no deseaba ningún tipo de ataduras que me hicieran permanecer en un lugar.
          Le propuse que convivieramos, que disfrutáramos de la vida pero sin pensar en ataduras, disfrutar el uno de la otra y viceversa ... y hasta allí.  Ella tenía otra manera de pensar: creía que un lazo entre un hombre y una mujer debía ser duradero, eterno según la eternidad que dura entre los humanos.  También se debía pensar en formar una familia, en los hijos y en educarlos de manera que llegaran a ser personas responsables, todo de acuerdo a las enseñanzas que recibió de sus padres ...
          Pero en una oportunidad fuimos a una fiesta de un amigo mutuo y esa vez nos divertimos de lo lindo.  Ella me permitió algunas libertades; en el jardín de esa casa noos besamos aldorosamente.  Yo estaba algo tomado y esa vez la deseé con la fuerza que se siente cuando uno es joven.  Al terminar la fiesta me comprometí a llevarla a su casa pues eran las dos de la madrugada y era lo indicado velar por su seguridad.  Ella aceptó.  Al llegar a su casa, traté de despedirme con un beso pero ella, que también estaba algo tomada, me invitó a que pasara.  Entré a su casa pero no sabía que en ese fin de semana sus padres no se encontraban de visita en un pueblo vecino.  Había ido de visita a unos amigos muy íntimos.
          Ella me brindó una cerveza mientras disfrutaba otra; estuvimos conversando largo sobre la vida, sus planes para el futuro cercano (aspiraba a seguir viviendo en nuestro pueblo, tener una familia, hijos a los quería educar bajo los mismos preceptos que había recibido de sus padres, etc. etc. Esa noche llegó el momento en que nos deseamos mutuamente y que disfrutamos del amor en todas sus manifestaciones conocidas por lo menos en los criterios imperantes en ese pueblo...
          Cuando me desperté estaba en su cama en un placentero abrazo con  Rosario.  Hicimos el amor en varias ocasiones y siento que tanto ella como yo lo disfrutamos ampliamente.  Eran las siete de la mañana cuando me despedí de ella y me trasladé a la casa donde vivía.
          Desde entonces nos vimos en varias oportunidades en la plaza, como siempre, con la diferncia que luego yo la acompañaba hasta su residencia.  Conocí a sus padres, un par de seres que ya pasaban de los sesenta años y continuaban adorándose como el primer día.  Aspiraban que su hija se casara y le diera nietos que le dulcificaran sus últimos días...
          Una tarde recibí noticias de la capital.  Deseaban que regresara pues un profesor amigo mío había conseguido que me restituyeran la beca y así pudiera terminar mis estudios. Me alegré mucho pues me faltaba un año para concluir mi carrera en Educación.  Por otra parte yo me había encariñado mucho con los padres de Rosario y ellos habían hecho lo mismo conmigo.  Pensaba que si les decía que debía irme a la capital ellos pensarían que no volvería más.  Finalmente tuve una reunión con Rosario y sus viejos en su casa y les conté la noticia recibida, de mis deseos de regresar a la capital a concluir mis estudios, de que no me olvidaría de su hija porque había aprendido a quererla y para mi era la mujer más dulce que había conocido y de la que estaba  muy enamorado.  Finalmenteles prometí que no la olvidaría y que escribiría siempre y volvería al pueblo para casarme con ella y constituir la familia que ellos anhelaban para su hija.
          Esa noche me despedí de ellos.  No he vuelto más nunca al pueblo.






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