lunes, 16 de septiembre de 2019

UN CUENTO MISTERIOSO Y CORTO







 
 

      Recordaba que cuando tenía 6 años, parado en el borde de la piscina,  en Caracas, mirando el agua con temor aparente, deseaba que supiera nadar.  De  repente, sintió  que era levantado del piso y lanzado al aire.  Con lentitud apareció el horror a lo sucedido, cuando la densidad del agua hizo presión sobre sus sentidos, la mente dejó pasar el tiempo para que el pánico le hiciera pensar en la posibilidad de la muerte y desatara así todos los mecanismos que lo propelaban a mantenerse vivo.  
Al principio la incredulidad y la alarma penetraron violentamente en su cuerpo y lo impulsaba a distanciarse del letal líquido.  Lo habían alertado con frecuencia que se alejara de un posible accidente, pero inevitablemente cayó en la piscina y sintió que pateaba y golpeaba la espesa agua hasta que al final salió a la superficie y tomó violentamente aire antes de ser violentamente chupado y llegar de nuevo al fondo de la alberca. 
  El luchó por  su vida con precipitados pateos y manoteos, ascendiendo, algunas veces tragando aire, otras agua, hasta que finalmente  pudo aferrarse, en el último minuto, al borde carrasposo de la  piscina y no supo cómo pero pudo ascender y caer pesadamente sobre el piso caliente y agrietado de la piscina, donde permaneció un tiempo largo, indeterminado, llorando calladamente, tragándose su desesperación por miedo, porque sabía que si hacía mucha alharaca su padre se molestaría y le castigaría algo violento y poco generoso...
  David, luego, a sus diez años, recordando de nuevo la historia infantil que venía con frecuencia a su mente, decidió enfrentarla de una vez, buscando una solución adecuada al suceso, con la intención de que dejara de ser una especie de pesadilla y olvidarla o superarla de una vez por todas.  Por eso pensó o se dijo que entonces habia comenzado a enfrentar el miedo que sentía hacia la autoridad de su padre y comenzó a decirse que poco a poco superaría esa especie de complejo o de miedo que sentía cada vez que su padre estaba presente... pero sólo comenzó realmente a superarlo cuando, pasados los doce años, comenzó a ver a su padre bajo otro cariz: la de un ser que debía respeto pero también cariño, recordando que en otras ocasiones lo llamaba a su lado y comenzaba a contarle historias que siempre traian una moraleja que el padre solía explicarle para que el la entendiera... esto le hizo entender que su padre no era esa especie de ogro a la él temía sino una persona que trataba de ser su amigo aunque no se lo dijera abiertamente sino a través  de los ejemplos de sus historias y del cariño que, aunque que no con palabras, acaso porque su padre era en el fondo tímido como él y le costaba expresárselo con palabras...       Ahora, ya a sus 25 años, recordó el momento en que hizo este descubrimiento que lo ayudó a comprender el carácter de su padre y le permitió ir lentamente pero con firmeza a superar este miedo infantil que le permitió entrar de lleno en su adolescencia.        Quizó hacerle esta explicación al amigo Patrick pero al final desistió de ello pues tendría  que hacerle muchas explicaciones y tal vez caer en el episodio de la piscina, cuestión que no quería y que trataba de olvidar. Además tenían tiempo conversando y debía recoger y enviar algunas encomiendas. 
        Se colocó de nuevo sus lentes oscuros y fumando de nuevo otro cigarrillo, se desentendió de Patrick e ignoró también los pasapalos que esperaban en la mesita de la sala.
       Mostró un gesto de despedida mientras se levantaba de su asiento y se encaminaba hacia el saguán de la calle donde, abriendo la puerta de salida, hizo un gesto final de despedia con su mano y salió de la casa.

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