UN CORONEL
IGUAL DE INFORTUNADO
Mi calle se caracteriza por ser muy peculiar. Hasta en
el nombre, Calle del Arenal, expresa su peculiaridad. Se supone que antes de construir esta
urbanización, esta zona se caracterizaba por tener excesiva acumulación de
arena procedente del rio Baruta que
transita paralelo a la avenida ubicada del otro lado del fondo de mi casa. También por las peculiaridades de algunos de
los habitantes del lugar. Por ejemplo,
el coronel Carlos Rangel, andino por más señas (esto se resalta por la
connotación que posee la región andina del país con el estamento militar), que
vive a dos casas de la mía.
“El Coronel”, como solemos llamarlo, es uno de los
antiguos habitantes de la urbanización.
Es más, su familia se puede ubicar entre las fundadoras de “La Trinidad”
pero no deja de ser importante si se considera que “La Trinidad” (ubicada en el
sur de Caracas en una zona que desde la Colonia hasta bien entrado el siglo XX era
una productora de azúcar y tabaco) fue la primera ciudad satélite de la
capital.
El coronel aprovechó el crédito que le dio el
Ministerio de la Defensa para comprar la parcela y construir su casa en la
urbanización y luego pagarla durante largos años. Pero como militar el coronel esperaba más de
su carrera. Tal vez dio este paso como
una manera de establecer su base de operaciones para el futuro. El coronel formaba parte del grupo de oficiales
que acompañó al general Marcos Pérez Jiménez (entonces mayor) en el golpe de
estado del 24 de noviembre de 1948.
Entonces Rangel era teniente y hacia sus estudios para ascender a
capitán. El golpe precipitó su ascenso a esta
categoría. Entusiasmado, luego de dos
años como capitán, comenzó a prepararse para alcanzar el nivel de mayor,
ascenso que lograría dos años después.
Muchos de los oficiales que rodeaban al entonces presidente de la
república, ocupaban posiciones claves tanto en el estamento militar como en la
administración pública. Por esos días
Rangel visualizaba un futuro promisor por lo que empezó sus estudios para
coronel. Cuando acaeció el 24 de enero
de 1958, se hallaba a escasos meses de culminar su preparación. La caída del gobierno fue un retraso
inesperado e inevitable en su carrera.
Después, cuando las aguas regresaron a su nivel, él pudo concluir sus
estudios para ascender a coronel aunque tuvo que esperar cierto tiempo para que
se materializara el ascenso.
Para entonces ya había terminado de cancelar su
vivienda, pero en el lapso que transcurrió para disfrutar de las ventajas que
le brindaría su nuevo ascenso vio un panorama bastante ennegrecido tal vez por
la ausencia de un grupo de oficiales que presionara a su favor. Entonces cumplía servicio en el Cuartel
Urdaneta en Catia. Cuando le tocaba
guardia, una camioneta lo buscaba en su residencia, que se hallaba en el otro
extremo de la ciudad. Hubo algunos
levantamientos militares contra el presidente Betancourt en esos años, pero
todos fracasaron. Aunque Rangel no
participó de ninguno de ellos quizás porque no hubo la conexión oportuna,
tampoco su obligada lealtad obtuvo alguna compensación. Además, su rutinario servicio en el cuartel
Urdaneta no fue el suficiente acicate para que Rangel iniciara sus estudios
para general pues había llegado a un nivel (el de coronel) donde, para ascender
se precisaba más de las relaciones que de los estudios. Él tampoco había mostrado suficiente acicate
para ubicarse dentro de un grupo de oficiales que lo favoreciera en su
carrera. En eso influyó mucho su manera
de ser. Como buen andino (como Pérez
Jiménez, Rangel nació en Michelena, en el Estado Táchira), era muy reservado,
bastante introvertido y desconfiado. Al
arribar a los 25 años de servicio se percató que eran mínimas sus posibilidades
de ascender a general o de ocupar una posición de comando mayor en el estamento
militar o en la administración pública.
Por otra parte, se hallaba en el tercer nivel dentro de la estructura de
mando del cuartel desde el momento de su ascenso a coronel y nunca tuvo la
oportunidad de pasar a un nivel superior o de que lo consideraran para otro
cargo fuera del cuartel. (Lo más
probable es que si lo hicieron y que debido a sus cualidades personales fuese
descartado. Pero él nunca se enteró).
Luego de pensarlo mucho, el coronel llegó a la
conclusión de que no tenía otra alternativa que pedir la baja. El año en que lo
hizo había arribado a los 55 años. Luego
de cumplir los 60 años lo jubilaron.
La visión que tengo del coronel Rangel es la de un ser
casi ermitaño: una persona completamente aislada de las demás pues, que yo
sepa, tampoco le gustaba relacionarse con sus vecinos de la cuadra. Yo supe que vivía allí cuando salía a caminar por la mañana y me lo
tropezaba en la puerta de su casa –entonces le daba los buenos días y el
educadamente me respondía-- o caminando
dentro del jardín delantero de su vivienda.
Nunca lo vi andando por alguna de las aceras del vecindario o haciendo
cualquier tipo de diligencia en la zona comercial de la urbanización. (Aparentemente, este tipo de actividades las
hacía su esposa).
Tuve la oportunidad de relacionarme con esta familia
de una manera fortuita y por cuestiones de muchachos. Por curiosidad aproveché esta situación para
entrar en esta casa y hablar con el coronel.
Pero esta vez, lamentablemente, él no se hallaba en casa.
He aquí los
pormenores de lo sucedido: mi hijo se hallaba jugando en la acera de la calle
cuando el hijo del coronel lo atropelló con su bicicleta. Yo lo llevé a la clínica más cercana y un
traumatólogo, luego de tomarle una placa de rayos equis, dictaminó que tenía
una fractura en el peroné. Sin embargo, hizo un mal acople del hueso y eso
obligó a una operación.
En mi particular visita a los Rangel, mi intención era
buscar que me ayudaran con los gastos del accidente. Pero me tropecé con una señora que defendió
su caso como una leona defiende su cría: mantuvo que su hijo no era responsable
de lo sucedido. Mi hijo tampoco lo era.
El golpe no fue tan fuerte ni aparatoso pero sirvió para descubrir que
el niño tenía una deficiencia en el peroné, deficiencia que luego se trató de
eliminar mediante un tratamiento.
Ayer murió el coronel Carlos Rangel. Creo que sufrió un infarto. Pienso que, como el famoso coronel de Gabriel
García Márquez, éste tampoco tuvo, pero por muy diferentes razones, quien le
escribiera…
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