lunes, 13 de agosto de 2018

El coronel que tampoco tuvo quien le escribiera


   UN   CORONEL   IGUAL DE INFORTUNADO
Mi calle se caracteriza por ser muy peculiar. Hasta en el nombre, Calle del Arenal, expresa su peculiaridad.  Se supone que antes de construir esta urbanización, esta zona se caracterizaba por tener excesiva acumulación de arena  procedente del rio Baruta que transita paralelo a la avenida ubicada del otro lado del fondo de mi casa.  También por las peculiaridades de algunos de los habitantes del lugar.  Por ejemplo, el coronel Carlos Rangel, andino por más señas (esto se resalta por la connotación que posee la región andina del país con el estamento militar), que vive a dos casas de la mía.
“El Coronel”, como solemos llamarlo, es uno de los antiguos habitantes de la urbanización.  Es más, su familia se puede ubicar entre las fundadoras de “La Trinidad” pero no deja de ser importante si se considera que “La Trinidad” (ubicada en el sur de Caracas en una zona que desde la Colonia hasta bien entrado el siglo XX era una productora de azúcar y tabaco) fue la primera ciudad satélite de la capital.
El coronel aprovechó el crédito que le dio el Ministerio de la Defensa para comprar la parcela y construir su casa en la urbanización y luego pagarla durante largos años.  Pero como militar el coronel esperaba más de su carrera.  Tal vez dio este paso como una manera de establecer su base de operaciones para el futuro.  El coronel formaba parte del grupo de oficiales que acompañó al general Marcos Pérez Jiménez (entonces mayor) en el golpe de estado del 24 de noviembre de 1948.  Entonces Rangel era teniente y hacia sus estudios para ascender a capitán.  El   golpe precipitó su ascenso a esta categoría.  Entusiasmado, luego de dos años como capitán, comenzó a prepararse para alcanzar el nivel de mayor, ascenso que lograría dos años después.  Muchos de los oficiales que rodeaban al entonces presidente de la república, ocupaban posiciones claves tanto en el estamento militar como en la administración pública.  Por esos días Rangel visualizaba un futuro promisor por lo que empezó sus estudios para coronel.  Cuando acaeció el 24 de enero de 1958, se hallaba a escasos meses de culminar su preparación.  La caída del gobierno fue un retraso inesperado e inevitable en su carrera.  Después, cuando las aguas regresaron a su nivel, él pudo concluir sus estudios para ascender a coronel aunque tuvo que esperar cierto tiempo para que se materializara el ascenso.
Para entonces ya había terminado de cancelar su vivienda, pero en el lapso que transcurrió para disfrutar de las ventajas que le brindaría su nuevo ascenso vio un panorama bastante ennegrecido tal vez por la ausencia de un grupo de oficiales que presionara a su favor.  Entonces cumplía servicio en el Cuartel Urdaneta en Catia.  Cuando le tocaba guardia, una camioneta lo buscaba en su residencia, que se hallaba en el otro extremo de la ciudad.  Hubo algunos levantamientos militares contra el presidente Betancourt en esos años, pero todos fracasaron.  Aunque Rangel no participó de ninguno de ellos quizás porque no hubo la conexión oportuna, tampoco su obligada lealtad obtuvo alguna compensación.  Además, su rutinario servicio en el cuartel Urdaneta no fue el suficiente acicate para que Rangel iniciara sus estudios para general pues había llegado a un nivel (el de coronel) donde, para ascender se precisaba más de las relaciones que de los estudios.  Él tampoco había mostrado suficiente acicate para ubicarse dentro de un grupo de oficiales que lo favoreciera en su carrera.  En eso influyó mucho su manera de ser.  Como buen andino (como Pérez Jiménez, Rangel nació en Michelena, en el Estado Táchira), era muy reservado, bastante introvertido y desconfiado.  Al arribar a los 25 años de servicio se percató que eran mínimas sus posibilidades de ascender a general o de ocupar una posición de comando mayor en el estamento militar o en la administración pública.  Por otra parte, se hallaba en el tercer nivel dentro de la estructura de mando del cuartel desde el momento de su ascenso a coronel y nunca tuvo la oportunidad de pasar a un nivel superior o de que lo consideraran para otro cargo fuera del cuartel.  (Lo más probable es que si lo hicieron y que debido a sus cualidades personales fuese descartado.  Pero él nunca se enteró). 
Luego de pensarlo mucho, el coronel llegó a la conclusión de que no tenía otra alternativa que pedir la baja. El año en que lo hizo había arribado a los 55 años.  Luego de cumplir los 60 años lo jubilaron.
La visión que tengo del coronel Rangel es la de un ser casi ermitaño: una persona completamente aislada de las demás pues, que yo sepa, tampoco le gustaba relacionarse con sus vecinos de la cuadra.  Yo supe que vivía allí  cuando salía a caminar por la mañana y me lo tropezaba en la puerta de su casa –entonces le daba los buenos días y el educadamente me respondía--  o caminando dentro del jardín delantero de su vivienda.  Nunca lo vi andando por alguna de las aceras del vecindario o haciendo cualquier tipo de diligencia en la zona comercial de la urbanización.  (Aparentemente, este tipo de actividades las hacía su esposa).
Tuve la oportunidad de relacionarme con esta familia de una manera fortuita y por cuestiones de muchachos.  Por curiosidad aproveché esta situación para entrar en esta casa y hablar con el coronel.   Pero esta vez, lamentablemente, él no se hallaba en casa.
  He aquí los pormenores de lo sucedido: mi hijo se hallaba jugando en la acera de la calle cuando el hijo del coronel lo atropelló con su bicicleta.  Yo lo llevé a la clínica más cercana y un traumatólogo, luego de tomarle una placa de rayos equis, dictaminó que tenía una fractura en el peroné. Sin embargo, hizo un mal acople del hueso y eso obligó a una operación.
En mi particular visita a los Rangel, mi intención era buscar que me ayudaran con los gastos del accidente.  Pero me tropecé con una señora que defendió su caso como una leona defiende su cría: mantuvo que su hijo no era responsable de lo sucedido. Mi hijo tampoco lo era.  El golpe no fue tan fuerte ni aparatoso pero sirvió para descubrir que el niño tenía una deficiencia en el peroné, deficiencia que luego se trató de eliminar mediante un tratamiento.
Ayer murió el coronel Carlos Rangel.  Creo que sufrió un infarto.  Pienso que, como el famoso coronel de Gabriel García Márquez, éste tampoco tuvo, pero por muy diferentes razones, quien le escribiera…


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