UN
RECUERDO DE JULIO CORTAZAR
Estamos
en el año de la celebración del centenario del nacimiento de Julio Cortázar.
No puedo contarme entre los escritores amigos de este extraordinario
narrador argentino pero si uno de los miles lectores de sus fantásticos y
admirados cuentos. Porque la fama como creador se la debe Cortázar no
tanto a sus novelas como a sus cuentos. Su fama se fue construyendo a
medida que fueron apareciendo sus originales relatos y llegó el momento que sus
lectores americanos estábamos a la espera de la aparición de su nuevo
libro de cuentos para buscarlo afanosamente en las librerías para luego
maravillarnos con las nuevas e inesperadas fantasías que ellos brindaban.
Me pasa
con Julio Cortázar algo que no me sucede con otros creadores: no he
leído toda su literatura (aunque dudo que uno llegue a leer todo lo escrito por
un autor), pero si todos sus cuentos. Pertenezco a ese grupo de lectores que
han leído muchos de sus relatos más de una vez, algunos como La noche boca arriba o Cuello de gatito negro, por lo menos cinco veces. Me
sucede algo fascinante con estos cuentos y en general con la literatura de este
narrador: cada vez que los leo casi siempre encuentro algo nuevo, algo que no
había precisado en anteriores lecturas y además siempre me envuelve la aureola
fascinante y atractiva que había experimentado en la primera lectura.
Con sus novelas no puedo decir lo mismo. Es cierto que las he leído todas
pero una sola vez. Rayuela fue la última que leí hace ya más
de 30 años y es la única que me incita a una nueva lectura. Cortázar
invita en el comienzo de esta obra que se lea de diversas maneras, lo que
realmente significa que al leerla de la manera sugerida, se convierte en
la lectura de varias novelas a la vez y creo que esa fue la intención del
escritor.
Otra de las cosas que admiro en Cortázar es su incesante creatividad. La
creación de personajes como los "cronopios" es fascinante para decir
lo menos. Su estilo como narrador incita al lector a familiarizarse con
el mismo de tal manera que uno, por lo menos en mi caso, rápidamente admira sus
giros idiomáticos, la original manera como desarrolla sus historias, lo que
hace que uno se mantenga motivado en la lectura admirando sus inesperadas
novedades que, al aparecer, lo hace con tanta naturalidad que uno se maravilla
y se interesa más por seguir en la lectura hasta que llega al climax del
cuento. Entonces, sin dejar de sorprenderse, uno desearía que la
narración continuara con nuevos aportes y nuevas maravillas. Como no
puede ser, se consuela leyendo una y otra vez ese final.
Cortázar no fue un escritor que se contentó con solazarse en su creación.
Al contrario, consideró que tenía la obligación de realizar una actividad
política en el hemisferio americano, al que pertenecía con orgullo, para
combatir tanto el atraso como las taras que observara en nuestros países.
Así mismo tuvo el tino de respetar la idiosincrasia de nuestras
naciones así como las diversas tendencias políticas que observaba en sus
visitas, sin dejar de insistir en el respeto a la libertad de expresión de las
ideas en nuestros pueblos. Sin embargo, como buen izquierdista,
pregonaba su pensamiento renovador pero no actuaba para imponerlo aunque
si para defenderlo. En este orden de ideas, Cortázar apoyó desde un
principio la Revolución Cubana y fue un gran amigo de Fidel Castro.
Sin embargo, no tuvo la intuición de otros escritores latinoamericanos,
como Mario Vargas Llosa, que también apoyó esta revolución en sus inicios, pero
cuando vio la tendencia al estancamiento que la misma traería a Cuba, dejó de
apoyar a Castro y a combatir el sistema comunista que empezó a imperar en
esta isla, el cual se ha traducido en atraso y estancamiento para los
cubanos. Lamentablemente Cortázar no tuvo esta visión ni vivió lo
suficiente para corroborar la lamentable situación económica y política de la
Cuba de nuestros días.
Sòlo ví a Julio Cortázar una vez, cuando visitó a Caracas (¿Sería la
primera visita?), en el complejo residencial-comercial Parque Central del
centro de la ciudad donde yo trabajaba.
El escritor (alto, delgado, con barba y bigote, ojos cuestionadores)
enseñaba a su compañera (¿esposa, amante? Nunca lo supe) las particulares
atracciones del lugar. Me provocó
entonces interrumpirlos y enseñarle uno de mis mejores cuentos pero mi timidez
me lo impidió. Luego me recriminé el no
haberlo hecho cuando me enteré de la
receptividad del escritor argentino hacia los noveles escritores.
Por último, quiero resaltar algo que es fundamental en la literatura de
este célebre argentino. Cortázar nunca
hizo lo que podría llamarse una “literatura política”, lo cual agradecemos
todos sus lectores. Siempre tuvo el tino
de separar su literatura del ámbito político.
Quien lee sus cuentos verá que son verdaderas joyas literarias y en
ellas poco se asoma el rasgo político de su autor. Lo mismo podría decirse de sus novelas y de
sus otras creaciones literarias. Incluso
cuando alguno de sus relatos se desarrolla en un lugar de centro-america, en
plena ebullición política, como sucede con la narración Alguien que anda por ahí, el contenido del cuento es presentado con
tanta sutileza que el aspecto político que subyace en el mismo es tocado tan tangencialmente que el lector casi
no lo nota. Algo similar se asoma en la lectura de algunos pasajes de Rayuela.
Esto, por supuesto, también engrandece la figura de este notable
escritor.
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