miércoles, 25 de junio de 2014

  

                                   LA INSPIRACION Y LA CREACCION DE UN ESCRITO
                                                                                                                                    Junio 11, 2'014

            Lo desarticulado que puede ser un escritor se refleja por lo general en el contenido de una novela donde aparecen varias ideas pero que no se interrelacionan.  En el cuento las ideas (o motivos, historias o temas) forzosamente tienen  que relacionarse para darle coherencia a la historia, pues por su naturaleza el cuento es más corto que la novela.  La historia básica en  el cuento puede o no ser original lo importante es que la relación entre las ideas se produzca y funcione con éxito.  La estructura de una novela es mucho más complicada.  Puede darse el caso de que una idea principal de la novela se enuncie (aunque no se diga claramente) a lo largo de toda la novela y las historias que se van enhebrando en su estructura con ese enunciado.
          Es lo que se ve, por ejemplo, en la novela La Ciudad y los Perros, de Mario Vargas Llosa.  En mi criterio, la idea principal de esta novela no se menciona en el texto sino que se percibe a través de toda la narración: la vida en un internado militar.  Desde que comienza la novela se percibe esta idea principal cuando se narra la relación entre los miembros de un grupo de internos y la imposición de uno de ellos al ser el jefe natural del mismo.  De allí en adelante se van incorporando otras historias, como la vida de niño de  F (una etapa que forma parte de la historia del autor de la novela así como la  frustración que experimenta al percibir el mal comportamiento del padre que finalmente abandona la familia).  Así surgen también otros personajes del internado militar hasta llegar a una idea que el narrador quiere dejar plasmada en la novela: el fracaso de los militares del Perú en sus relaciones con los paises vecinos (Chile y Ecuador esencialmente).  Es tan fuerte la imposición de esta idea que, pese a ello, y junto a otras ideas que se incorporan, el lector no las percibe como una imposición sino como algo natural en el flujo de la novela.  El lector, ademàs, las percibe y las acepta como una manera de darle más coherencia a la narración.
           Esto es algo que parece muy sencillo  pero que  para algunos escritores  es difícil de conseguir y allí radica su fracaso como novelista.  Por ejemplo, algunos novelistas piensan (y escriben) que  cada capítulo debe tratar un tema o historia o personaje diferentes y así van incorporando otras historias y personajes en los siguientes capítulos.  Esto  en general puede hacerse, y de hecho se hace, pero lo importante es que se establezca una relación entre estos personajes o temas entre sí y con el tema o personaje o tema principal de la  novela.  No deben parecer  los capítulos como círculos cerrados con sus personajes.  El quid del asunto es la interrelación de los capítulos (o de la interrelación de personajes y sucesos de la historia que se percibe a través de los capítulos).  Los capítulos que se escriben donde no aparezca esta relación o secuencia sólo contribuye al aburrimiento del lector y al notar que esta situación se presenta con frecuencia, pierde el interés en lo que está leyendo y finalmente desiste, deja de leer.  Además, esto tiene un efecto multiplicador: el lector al perder interés, luego se resiste a leer lo que pueda escribir este particular narrador.  Y lo peor es que no lo recomienda a otros lectores.
           Volviendo a "La Ciudad y los Perros, el narrador muestra al lector la vida del internado militar cuando, a través del comportamiento de los internos y al contar sus  historias particulares como por ejemplo, el caso del "Serrano".  Se explica el por qué está allí, se deja traslucir por qué es tan callado, tan distraido (conducta común en algunos andinos), por qué es utilizado como una víctima de las circunstancias, etc.   Además, uno percibe los peligros y exigencias de estudiar en un internado militar y acepta y admira los trucos y maniobras de los internos para burlar la férrea vigilancia  a que son sometidos.  El lector entiende y acepta  la admiración de los internos por el sargento tècnico que dirige su formación militar y sus maniobras y da la bienvenida a la lucha que se presenta entre dos miembros del grupo con procedencia diferente dentro de la sociedad limeña.  Claro, hay lectores, como el que  escribe, que hubiese preferido que el triunfador de esta lucha hubiese sido el representante de la clase pobre del Perú (que surgiría sólo si actúa como militar en la sociedad peruana).  Pero el narrador, como buen representante de la clase adinerada o alta de Lima, prefiere que triunfe el otro, que es el representante de su clase.
           Regresando al tema principal de este escrito, el problema básico que debe superar todo escritor de novelas, si quiere que las mismas se lean, es la dificultad que enfrenta para mantener la cohesión de la novela que escribe.  Por eso es importante analizar la concepción que tenga el escritor sobre la novela.  Hay dos enfoques que generalmente se presentan: si el narrador debe esperar  la inspiración para ponerse a escribir o que la labor creativa sea consecuencia del trabajo persistente del día a día para desarrollar la historia que desea contar.  Pienso que los que actúan basados en la inspiración, es decir, escribiría una novela porque ese día le nació la idea y vio con claridad el desarrollo y la culminación de la misma, y se puso a hacerla (con sus respectivos descansos físicos, se entiende)  y no cesó hasta concluirla.  Soy de los que creen en la inspiración,  es decir, en la súbita aparición de un tema que al ser desarrollado puede producir una novela.  Pero el verdadero novelista y, por extensión, el escritor, es el que trabaja día a día hilvanando un escrito sobre un determinado tema.  El mismo Vargas Llosa puntualizó en una ocasión que el plasmar en un escrito su versión de un tema era consecuencia de un trabajo laborioso de limpieza, porque la primera versión que esboza en el papel es desastrosa y requiere de varias re-escrituras, es decir, paciencia y persistencia hasta lograr el texto publicable.  Alguien dirá que esto no tiene relación con el problema de los capítulos antes mencionado.  Si y no.  No la tiene en strictus sensus.  Pero si la tiene si al desarrollar su idea o tema usted precisa de varios capítulos y de temas secundarios que al ser hilvanados dentro de la narración ayudan a enriquecer y a  plasmar éxitosamente la idea o tema principal de la futura novela.
           Adicionalmente hay otro  aspecto que deseo mencionar.  Viene a mi mente la opinión de un amigo mio sobre este asunto.  Él creía firmemente que todo escrito nacía o debía de nacer de la inspiración, que una vez que ella se presentaba debía ser desarrollada hasta que se cumpliera su propósito.   Quería significar  que se debería escribir sólo si aparecía la inspiración.  En esto creía mi amigo.  Pensaba que mientras más se vivieran situaciones similares la mente se iba condicionando hasta permitir que la inspiración se presentara con más frecuencia.  Además, lo que afloraba a su mente era algo tan puro que no meritaba revisión, pues llegaría el momento que lo que aparecía en el papel era algo perfecto, sin mácula.  No obstante, viendo que lo que escribía era poco aceptado por los lectores, por diversas razones: incompleto, bizarro o confuso, etc., mi amigo dejó de escribir por un tiempo.  Luego de observar a otros escritores amigos que triunfaban, decidió discutir con algunos de ellos  los pros y contras de lo que representaba la inspiración.  Después de pensar y discutir varias veces sobre el asunto, siguió convencido de que la inspiración era importante pero en cierta manera aceptó que lo fundamental era revisar, siempre revisar lo escrito hasta llegar al convencimiento de que el mismo ya no requería más pulitura.
           En relación con la llamada"página en blanco", como parte inicial del escrito que resultará en una novela, no creo mucho en ella pues, aunque escribo casi a diario, soy de los que se sientan a narrar un cuento o una novela cuando tengo claro el tema o la idea que deseo desarrollar.  Además, no escribo directo en la computadora (aunque sea un escrito como el presente pero también lo someto a revisión). Hago primero un manuscrito  y lo reviso.  Después lo vacío en la computadora y, mientras lo hago, voy haciendo correcciones.  Al finalizar en la computadora, lo reviso de nuevo y lo  reproduzco   y ello constituye la versión casi definitiva.  La guardo por unos días o semanas.  Luego la reviso para la versión definitiva.  Como se comprenderá,  todo esto es un proceso largo y tedioso pero al final veo sus frutos: mi satisfacción con lo escrito.  Ahora, lo que yo consideero buena literatura no va a depender de mí, dependerá del editor y luego del lector.




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